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domingo, 21 de junio de 2015

La leyenda del Condenado (Oruro, Bolivia)

 

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

Leyenda del Condenado (Oruro, Bolivia)

 

 

 

En una casuchita pequeña vivía una pareja, aún convivían y no estaban casados, pero eran muy felices. Hasta que un día el hombre, que era un minero, le dio a su mujer un anillo y le dijo que quería que se casaran porque ya había ahorrado lo suficiente para que se realizara su boda, ella muy feliz aceptó y lo besó.

 

Él muy contento, después de darle la noticia, se fue a trabajar cantando. Mientras él estaba trabajando, una roca enorme le cayó de encima y lo aplastó. Pidiendo auxilio, poco a poco su voz sonaba más gruesa y tenebrosa.

 

A esa hora de las 8 de la noche, en la casucha, estaba la mujer muy feliz cocinando, cuando de repente llegó su marido y de manera repentina le dijo que deberían marcharse para casarse. Alistaron sus maletas y se fueron.

 

De camino a la iglesia a donde debían ir a casarse, él sintió hambre y ella le preguntó que si quería comer lo que había preparado, pero él se negó y le dijo que más bien compraría un cordero. Ella se acercó hasta una tienda donde un señor le atendió y le preguntó:

 

—¿Él es tu marido?

—Nos vamos a casar —contesta ella.

—No te asustes —dice el señor—, pero tu marido es un condenado. Seguramente él te hizo una promesa que debe cumplir, es por eso que él está aquí. Lo que debes hacer es ir caminando hacia el lado donde está el río. Tú cruza el río y verás que él no podrá cruzar el río. Corre sin mirar hacia atrás y bota el anillo que él te regaló, devuélvele su promesa y no te molestará más.

 

Al acercarse al río, él le dijo a ella:

 

—Vamos por este lado, llegaremos más rápido.

 

Llegando a la orilla del río, él se asustó y le dijo que no podría pasar. Ella tomó las maletas que llevaba y cruzó el río, botó el anillo diciéndole:

 

—¡Te devuelvo tu promesa!

 

Y corrió sin mirar hacia atrás. Él se quedó en la orilla y gritando:

 

—¡No te vayas, no me dejes! ¡No puedo cruzar ese río!

 

Desde ese entonces se dice que no se puede pasar por ese río a eso de las tres de la madrugada ya que se escuchan gemidos de llanto.

 

 

 

 

Fuente:

 

http://rociomaybril2.blogspot.mx/

 


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La libertad no hace felices a los humanos..., simplemente los hace humanos.

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