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lunes, 28 de abril de 2014

Los hunos. María del Mar Solís

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

 

 

Los hunos: el origen de una leyenda

                                                                                                        María del Mar Solís Fresco

 

 

 

 

 

"Todos tienen cuerpo corto, miembros robustos y cabeza gruesa, dando a su conformación algo de sobrenatural su prodigioso desarrollo en anchura. Antes parecen animales bípedos que seres humanos, o esas extrañas figuras que el capricho del arte coloca en relieve sobre las cornisas de algún puente".

 

Res Gestae, Amiano Marcelino (siglo IV n. e.).

 

 

 

 

Sólo mencionar a los hunos, nos trae a la mente la imagen de hordas de salvajes, sucios, vestidos con pieles y montados a caballo, devastando todo cuanto hay a su paso. Parte de esta imagen nos ha llegado de la mano de los autores antiguos, que los describieron como feroces y de aspecto temible, enviados por el Dios cristiano como castigo por los pecados.

 

La problemática sobre el origen de los hunos parece todavía lejos de resolverse. Apenas mencionados en los anales, los autores antiguos lo sitúan más allá de la Palus Meótida (actual Mar de Azov, entre Rusia y Ucrania) y hasta hace recientemente poco se les consideraban descendientes de los xiongnu[1]. Sin embargo, las pruebas arqueológicas y los estudios antropológicos muestran que los hunos eran una etnia mixta de elementos europoides-mongoles.

 

 

Su paso por la historia occidental fue efímero, menos de 90 años, pero nefasto para muchos de los pueblos con los que entraron en contacto. Su entrada en Europa se produjo hacia la segunda mitad del siglo IV n. e., empujando hacia occidente a los pueblos germanos, en un periodo en el que el Imperio Romano de Occidente se encontraba en una situación inestable. Con un ataque constante al Imperio Romano Oriental, entablaron durante cierto tiempo buenas relaciones con el Imperio Romano de Occidente; amistad que se rompió con Atila en el siglo V y que produjo continuos saqueos hasta su muerte en el 453.

 

Probablemente, debido al momento histórico en que los hunos llegaron a occidente, éstos sufrieron una "demonización" sin igual en la historia. En una época en la que la controversia religiosa era uno de los aspectos más importantes del desarrollo cultural, hay autores que teorizaron sobre la ida a Jerusalén del pueblo huno para hacerse con las reliquias cristianas. Asimismo, hubo quienes especularon sobre la relación entre el pueblo bíblico Magog[2] y los hunos, adaptándose al relato bíblico, dado su llegada desde el oeste y sus características físicas especiales, en las que se hace hincapié su fealdad.

 

Descritos con cuerpo corto, cabeza gruesa, miembros robustos, ojos no visibles y nariz plana, se asemejan a las características mongoloides actuales, aunque en época de Atila probablemente predominara el mestizaje. Debido a su feroz aspecto —aumentado por la práctica de surcar las mejillas con hierro para hacer desaparecer el bello, además de la deformidad a propósito de sus cráneos— los autores antiguos hablan del temor del ejército romano al verlos, incrementado por su forma de luchar en batalla. Los rápidos movimientos de los hunos confundían a las tropas romanas. Atacaban desde lejos con flechas, montados a caballo, sin aviso y a gran velocidad.  Hoy en día hay investigadores que defienden el consumo de un alucinógeno extraído de la Amanita muscaria, el cual les hacía incrementar la agresividad y la seguridad en sí mismos.

 

Ya no solo por su físico sino por sus extrañas costumbres serán identificados como bestias. Según los historiadores antiguos, los hunos comían carne cruda -la cual era puesta muchas veces entre los muslos- y raíces silvestres. Ello se debe a que los primeros hunos que entraron en contacto con los romanos fueron exploradores que vivían de la recolección de frutos silvestres, como otros pueblos nómadas, y llevaban consigo su comida. La gran cantidad de calderos de bronce hallados en yacimientos, desmienten en gran parte la teoría de la ingesta de carne cruda, y parece ser que la usaban muchas veces como prevención de heridas al colocarlas en la silla de montar y en la espalda del caballo.

 

En cuanto a sus vestimentas, describen una indumentaria realizada con lino y pieles de marmota, de las que no se despojaban jamás, gorros redondos y unas botas blandas que entorpecían el andar; hecho que explica el modo de lucha huna siempre a caballo. Aunque en las descripciones contemporáneas no se mencionan la lana y el fieltro —lana compacta, cálida y menos permeable, haciéndola resistente al fuego—, la arqueología ha revelado que eran los materiales utilizados tanto en sus vestimentas como en las construcciones de sus yurts (hábitats circular con techos de cúpula). La suciedad de sus tiendas, que tanto mencionan las obras contemporáneas, se explicaba por el uso prolongado del fieltro en diferentes climas y por encender fuego dentro de sus hogares. Asimismo, al emplear el fieltro en sus calzados, explicaría el por qué se describían sus botas como informes y blandas.

 

 

Otro característica que no dejaron indiferentes a los historiadores, fue el hecho de que los hunos siempre iban a caballo, incluso para dormir o para realizar los quehaceres cotidianos. Parece ser que recién llegados a Occidente, los hunos no habían adoptado todavía el caballo romano, sino que seguían usando el caballo de las estepas, descritos por los historiadores como feos pero duros. Gradualmente tuvieron que reemplazarlos por los equi romanos —algo más grande y con más aguante para los trabajos duros— como consecuencia de las continuas luchas en la que perecieron muchos de estos ejemplares. El hecho de que fueran a caballo para todo, incluso en las transacciones comerciales con los romanos, puede deberse a la necesidad de una postura defensiva. Además, siendo poco numerosos y de menor estatura que los occidentales, podían aparentar cierta superioridad montados a caballo.

 

La descripción general que nos ha llegado sobre los hunos es la de un pueblo sin ley ni hogar fijo, que vagaban de un lugar a otro como fugitivos. Además, eran proclives a romper cualquier pacto, y se comportaban como bestias que no diferencia el bien del mal; descripción aplicada, con sus variantes, a otros pueblos por el Imperio Romano. Así, para los romanos, los partos sólo mantenían sus promesas cuando les convenían; los moros no eran partidarios de los juramentos y no tenían respeto a los hombres ni miedo a Dios; o los ávaros fueron considerados como los nómadas de menos fe. En general, la historiografía grecorromana trató a todos estos pueblos con los mismos calificativos: eran nómadas —no tenían ciudades—, comían carne cruda —no sabían cocinar—, y su indumentaria era de pieles porque no conocían el algodón.

 

Esta visión de pueblos malvados y crueles se sigue observando en películas y series televisivas. Un buen referente lo encontramos en la tribu dothraki de Juego de Tronos que, inspirados en las tribus mongólicas del siglo XIII, se les representan como un pueblo bárbaro, sin escrúpulos y nómada, que combaten contra otros pueblos para poder subsistir y donde montar a caballo es una honra. Otro ejemplo lo encontramos en el personaje de Shan-Yu en Mulan (1998). Basado en Atila, se muestra a un hombre despiadado que sólo tiene como único objetivo demostrar a toda China que son imparables. 

 

La historia antigua ha mostrado tanta repulsión y desprecio contra un pueblo que, —con el objetivo de encontrar nuevas tierras, entraron en contacto con los romanos, más ricos que ellos y con un sistema menos frágil que el suyo, e intentaron mejorar su existencia por todos los medios a su disposición— probablemente muchos de los historiadores contemporáneos no conocieron. Ya fuese por su aspecto, belicosidad, sus extrañas costumbres o por los rumores de su crueldad, esta es la descripción de los hunos que ha llegado hasta nuestros días, pasando a la historia como un pueblo despreciable y temible.

 

Para acabar con esta visión, sería necesario realizar un nuevo enfoque, usando métodos antropológicos desarrollados en el último siglo, para encontrar respuestas a las cuestiones menos documentadas: el por qué de su "extraña" vida, sus motivaciones, su cultura… La suya era una vida extraña para todos los occidentales, incluyendo al resto de los pueblos bárbaros[3], aunque quizás no tanto para otros pueblos nómadas.

 




 

[1] Pueblo de origen controvertido, controlaban la zona de la estepa mongólica y estuvieron en continua guerra con la China de los Han (206 a.n.e. hasta el 220 n. e.).

[2] Pueblo de monstruos encerrados entre los montes del Cáucaso por Alejandro Magno (siglo IV a. n. e.).

[3] La palabra griega "bárbaro" significaba "extranjero", pero irá modificándose con el paso del tiempo y adquiriendo connotaciones negativas: hombre del desorden, violento y salvaje.

 

 

 

Bibliografía

 

BOCK, S. Los hunos: tradición e historia. Antigüedad y cristianismo. Monografías históricas sobre la Antigüedad TardíaIX. Universidad de Murcia. Compobell SL. Murcia. 1988. 

LADERO QUESADA, M. A. Historia Universal: Edad Media. Vicens-Vives. Madrid. 1995.

 

 

 

Fuente:

 

 

http://tianxiatodobajoelcielo.blogspot.com.es/2014/04/los-hunos-el-origen-de-una-leyenda.html#more


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Metabolismo y vida. Ciencia

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

SE DESCUBRIÓ QUE...

El metabolismo antecedió a la vida

 

 

LUIS GONZÁLEZ DE ALBA27/04/14 2:22 AM

 

 

Tenemos desde 1859, con Darwin, la herramienta para explicar el origen de las especies. La línea genética que llega a los humanos, surgidos en el Este de África hace unos 200 mil años, pasa por varios ancestros ya en el género Homo. Hace 6 millones de años nos separamos de los chimpancés y hace 10 de los gorilas. Así podemos seguir hasta el origen de los mamíferos: un animalejo parecido a un ratón sobreviviente del cataclismo, hace 65 millones de años, que acabó con los dinosaurios. Luego somos anfibios, peces, seres pluricelulares formados por células especializadas. Otras células descubren cómo transformar la luz solar en azúcares y energía.

Pero allí comienzan a faltar piezas. Ya en 1952 Stanley Miller y Clayton Urey sintetizaron compuestos orgánicos, aminoácidos, al combinar gases de la atmósfera primitiva y someterlos a descargas eléctricas. Así comprobaron una teoría propuesta primero por el ruso Alexander Oparin y el genetista británico J. B. S. Haldane, quien, dicho sea ni tan de paso, fue un marxista que participó en la defensa de la República durante la Guerra Civil española. Los astrónomos han encontrado aminoácidos, los ladrillos de las proteínas, en compuestos de nubes intergalácticas. No es difícil. Pero la vida sigue siendo un misterio hasta en su definición.

El último número del journal Molecular Systems Biology da un salto más: investigadores de la Universidad de Cambridge han hecho en el laboratorio una reconstrucción de los océanos primitivos, ricos en hierro, y encontraron que ocurren reacciones químicas espontáneas necesarias en las células modernas para sintetizar moléculas orgánicas, cruciales para el metabolismo.

 "Nuestros resultados demuestran que las condiciones y moléculas encontradas en los océanos primitivos, asistieron y aceleraron la interconversión de metabolitos que los organismos modernos fabrican por medio de dos reacciones en cascada del metabolismo", dice Markus Raiser, al frente del equipo de Cambridge. El hierro de los océanos arcaicos catalizó muchas de las reacciones químicas que observamos en los organismos actuales. Y el análisis de sedimentos profundos, muy arcaicos, demuestra, dice Alexandra Turchyn, que "formas solubles de hierro fueron de las más abundantes moléculas en los océanos prebióticos", los anteriores a la vida.

Pensemos: Hace apenas algo más de 150 años nos dio Darwin la herramienta, la selección natural, para explicar la diversidad en las especies. En la infancia de los hoy mayores supimos que el ADN es la molécula de la herencia. Digo… Más rápido sólo la física cuántica. No os desesperéis.

 

 

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Fuente:

 

http://www.milenio.com/firmas/luis_gonzalez_de_alba_sedescubrioque/metabolismo-antecedio-vida_18_288751147.html


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Datos biográficos sobre Gaston Bachelard, filósofo francés

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

Gaston Bachelard

 

 

 

 

Gaston Bachelard (Bar-sur-Aube, 27 de junio de 1884- París, 16 de octubre de 1962) fue un filósofo francés (epistemólogo), poeta, físico, profesor de física y crítico literario francés. Autor inclasificable, estuvo interesado por la historia de la ciencia, moderna o contemporánea, y al mismo tiempo por la imaginación literaria, a la que dedicó una atención paralela.

 

Gaston Bachelard, hijo de artesanos, nació en Bar-sur-Aube, una localidad en la Champaña, donde será inhumado a su muerte en 1962. Entre 1895 y 1902 hizo la enseñanza secundaria en su pueblo, Bar-sur-Aube. Inicialmente, en 1902-1903, Bachelard dio clases en el colegio Sézanne; pero enseguida entró en el servicio de Correos y Telégrafos, donde estuvo diez años, 1903-1913: primero en Remiremont, hasta 1905, y luego en París, con un año de interrupción para el servicio militar (que hizo como telegrafista en 1906-1907).

 

 

Fuente: Wikipedia.


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Obstáculo epistemológico para Bachelard. Filosofía

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

La noción de obstáculo epistemológico en Gastón Bachelard

 

Por Luis Eduardo Villamil Mendoza

 

Profesor de las universidades Distrital Francisco José De Caldas  y de la Corporación Universitaria UNITEC.

levillamilm@unal.edu.co

 

 

 

Resumen: La noción de obstáculo epistemológico fue acuñada por el filosofo francés Gastón Bachelard para identificar y poner de manifiesto elementos psicológicos que impiden o dificultan el aprendizaje de conceptos revolucionarios al interior de las ciencias; estos se presentan en todos los sujetos que se enfrentan a nuevas realidades las cuales se caracterizan por no tener una referencia directa a experiencias directas.

 

 

Uno de los grandes aportes que realizo Bachelard a la moderna teoría del conocimiento fue sin duda alguna el de obstáculo epistemológico; estos son dificultades psicológicas que no permiten una correcta apropiación del conocimiento objetivo; a lo largo de la historia de la filosofía se habían realizado grandes esfuerzos para determinar las dificultades especificas que no permitían una apropiación adecuada de la realidad, pero estas dificultades se identificaban con la insuficiente capacidad de los órganos sensoriales para captar los diferentes fenómenos naturales, o con lo inapropiados de los instrumentos materiales utilizados en la investigación de los acontecimientos naturales.

 

La búsqueda de dificultades al interior del intelecto del hombre para acceder al conocimiento objetivo la inicia Francis Bacon, quien en su obra Novum Organum plantea la necesidad de mantener una actitud escéptica frente a todo el conocimiento obtenido hasta la fecha pero plantea la posibilidad de un conocimiento objetivo si se realiza antes una reforma del método para alcanzar la verdad; un primer paso en la reforma del método se realizaba limpiando la mente de errores que siempre están presentes cuando se realiza una investigación, esos errores Bacon los identifica como ídolos, que son prejuicios que se presentan al espíritu y que no permiten la correcta interpretación de la naturaleza.

 

Francis Bacon identifica cuatro tipos distintos de ídolos: ídolos de la tribu, ídolos de la cueva, ídolos del foro o del ágora y los ídolos del teatro o espectáculo, todos ellos juegan un papel importante en la dificultad presentada al momento de apropiarse de la realidad.

 

Los ídolos de la tribu son comunes a toda la raza humana y consisten en la tendencia a suponer que existe más orden y regularidad en la naturaleza de lo que realmente ésta tiene, se otorga realidad a cosas o sucesos que son deseados o imaginados posibilitando el engaño por parte de los sentidos. Los ídolos de la cueva son propios de cada hombre quien se encuentra dentro de una cueva que refracta la luz de la naturaleza distorsionando la realidad, pero esa distorsión no es la misma en todos los individuos pues depende de los hábitos, constitución corporal y mental, educación y accidentes de cada sujeto. Los ídolos del foro, ágora o mercado se originan en el trato de unos hombres con otros en donde significados erróneos dados a ciertos términos se terminan aceptando como reales y ciertos, estos errores se ratifican con el uso generalizado de los términos y pasan a ser tornados corno ciertos. Los ídolos del teatro provienen de leyes equivocadas de demostración dadas por los dogmas filosóficos, es por esta razón que según Bacon hay tantos ídolos del teatro como sectas filosóficas a saber: sofistas, empíricos y supersticiosos.

 

Bachelard, al igual que Bacon, encuentra elementos en el interior del intelecto que dificultan el conocimiento certero de lo real y no permiten la adecuada evolución del espíritu para que pueda pasar de un estado pre-científico caracterizado por lo objetivo, lo inmediato, lo dado por los sentidos a un estado científico caracterizado por las ciencias físicas actuales.

 

Frente a los grandes cambios sufridos por todas las ramas del saber el espíritu científico no puede permanecer impasible; ha de transformarse, proyectarse, crear nuevos métodos que le permitan entender y teorizar la gran revolución acaecida en las disciplinas científicas de la actualidad. Esto es de gran importancia pues los frutos de este desarrollo científico son nuevos y "llega siempre la hora en que no se tiene ya interés en buscar lo nuevo en las huellas de lo antiguo, en que el espíritu científico no puede progresar más que creando métodos nuevos. Los conceptos científicos mismos pueden perder su universalidad" [1].

 

El nuevo espíritu científico ha de tomar conciencia respecto a que un nuevo discurrir esta formulado con base en un experimento ya sea material o intelectual (recuérdese, los famosos experimentos mentales de Albert Einstein); si el resultado del experimento es nuevo, cambia o se contradice con lo que antes se esperaba, el discurrir que se haga del mismo también debe cambiar. La movilidad y constante evolución de los métodos científicos es la característica del pensamiento actual, sin la que el espíritu no se puede apropiar responsablemente del evolucionar contemporáneo de las ciencias.

 

Para alcanzar este grado de enriquecimiento epistemológico el nuevo espíritu científico ha de abandonar los hábitos analíticos de la experiencia que siempre ha utilizado y que en general son propios de todo espíritu pre-científico; estos hábitos Bachelard los identifica como obstáculos epistemológicos que son barreras que se oponen a la formación de un espíritu científico.

 

Los obstáculos epistemológicos no se refieren a los elementos externos que intervienen en el proceso del conocimiento científico, como podría ser la complejidad o la dificultad para captar el nuevo fenómeno al modo cartesiano, en el que la causa fundamental para no poder acceder al conocimiento radica en la mínima capacidad que tienen los sentidos para captar la realidad, sino a las condiciones psicológicas que impiden evolucionar al espíritu científico en formación.

 

Es de suma importancia entender que el espíritu cuando se presenta ante un fenómeno para intentar comprender las leyes que lo rigen y que le permiten existir, no se presenta desnudo, sino con una serie de prejuicios que no le permiten un contacto directo y cualitativo con la nueva realidad, dado que "es entonces imposible hacer, de golpe tabla rasa de los conocimientos usuales. Frente a lo real, lo que cree saberse claramente ofusca lo que debería saberse. Cuando se presenta ante la cultura científica, el espíritu jamás es joven. Hasta es muy viejo, pues tiene la edad de sus prejuicios. Tener acceso a la ciencia es rejuvenecer espiritualmente, es aceptar una mutación brusca que ha de contradecir a un pasado."[2]

 

Bachelard identifica diez obstáculos epistemológicos; el primer obstáculo a superar es el de la experiencia primera; está experiencia está conformada de informaciones que se perciben y se alojan en el espíritu generalmente en los primeros años de la vida intelectual esas informaciones no se pudieron someter a critica alguna, pues el espíritu se encontraba desarmado y altamente voluble dado que se encontraba sumergido en la inconsciencia del ignorar; al no sufrir critica alguna estas experiencias primeras pasan sin tamizar a convertirse en verdades primarias frente a las que es imposible crear nuevos conocimientos que vayan en contra de las mismas. Este obstáculo se ve reforzado por el aparente capricho de la naturaleza, que nos muestra una realidad inmediata que nada tiene que ver con el fenómeno verdadero; es por esto que "el espirita científico debe formarse en contra de la naturaleza, en contra de lo que es dentro y fuera de nosotros, impulso y enseñanza de la naturaleza, en contra del entusiasmo natural, en contra del hecho coloreado y vario. El espíritu científico debe formarse reformándose."[2]

 

El segundo obstáculo epistemológico identificado por Bachelard es el obstáculo realista, que consiste en tomar la noción de sustancia como una realidad, que no se discute y de la que parte toda una serie de conocimientos que tiene relación directa e indiscutible con la naturaleza de la sustancia misma, como no se puede explicar se la toma como causa fundamental o como una síntesis general del fenómeno natural al que se le asigna, es así como los alquimistas creían que en el oro se habían concentrado todas las bondades y propiedades características del sol; cosa similar sucedió con el fuego, ya que al desconocerse su génesis, se lo toma como un a causa universal. En este momento una sustancia real, misteriosa, deja de, ser un problema científico para convertirse en la generatriz de toda la realidad.

 

El tercer obstáculo identificado por Bachelard es el verbal y se ubica en los hábitos verbales utilizados cotidianamente los que se convierten en obstáculos más efectivos cuanto mayor sea su capacidad explicativa, es así como un término que aparezca claro y diáfano al entendimiento pasa a ser tratado como un axioma al que no es necesario explicar, deja de ser una palabra y pasa a ser una categoría empírica para el que lo utiliza.

 

El conocimiento unitario y pragmático es identificado como el cuarto obstáculo epistemológica que se presenta en toda comunidad pre-científica ya que el concepto de unidad permite simplificar el estudio de cualquier realidad, al poderse explicar el todo también se ha de poder automáticamente explicar sus partes, la unificación explica toda la realidad. El concepto de unidad se vuelve mas peligroso si va unido con el de utilidad pues de inmediato se da más valor explicativo a lo que de alguna manera es útil, así 'para el racionalismo pragmático una nota sin utilidad es un irracional'. [2]

 

El quinto obstáculo epistemológico es el denominado sustancialista que consiste en la unión que se hace de la sustancia y sus cualidades, Bachelard distingue un sustancialismo de lo oculto, de la intimo y de la cualidad evidente; en el sustancialismo de lo oculto se supone una realidad encerrada, cubierta por la sustancia la que se convierte en un problema pues se debe abrir esa sustancia para exponer su contenido; en el sustancialismo de la intima la cualidad profunda esta encerrada pero no de manera superficial sino profundamente encerrada, así que el trabajo para abrirla se torna más dispendioso ya que se asemeja al trabajo del alquimista que relacionaba la dificultad para hacer reaccionar algunos metales con lo estrechamente cerrado de su envoltura; de acuerdo can Bachelard en el sustancialismo de la evidente la realidad se capta en una intuición directa dando lugar a una explicación simple y peligrosamente sencilla.

 

El sexto obstáculo es el realista en el que el entendimiento queda deslumbrada con la presencia de lo real, hasta tal punto que se considera que no debe ser estudiado ni enseñado, lo real se adorna con imágenes que llevan consigo las marcas de las impresiones personales del sujeto que investiga, así la argumentación de un realista es más agresiva frente al que no lo es porque el primero cree poseer la realidad del fenómeno.

 

El séptimo obstáculo epistemológico es el denominado animista, según este cualquier sujeto presta mayor atención y por tanto da una más grande valoración al concepto que conlleve a la vida, que contenga vida o que se relacione con ella; en el espíritu investigativo siempre primará la vida pues ésta otorga un gran valor al elemento o elementos que tengan la posibilidad de contenerla; esta valoración no es nueva y siempre ha acompañado al hombre en cualquier estado de su desarrollo intelectual; no es casual el gran valor que se le da a la sangre en todas las culturas y en la gran mayoría de civilizaciones, pues ésta era identificada como el líquido dador de vida sin el cual la vida no era posible y, que al dejarse escapar se escapaba también la vida. Todo lo que posee vida tiene ya un carácter superior frente a lo que no la tiene, 'la palabra vida es una palabra mágica. Es una palabra valorizada. Todo otro principio palidece cuando se puede invocar un principio vital' [2]

 

El mito de la digestión es identificado como el octavo obstáculo a tener en cuenta, según este todo fenómeno que tenga relación con la digestión o la cocción (se considera al estomago como una gran caldera) pasará a obtener una mayor valoración explicativa; es así como al ser considerado el proceso de la digestión como un pequeño incendio por los alquimistas ellos le dieron más importancia a los procesos en que se necesitará del fuego para obtener un producto o una reacción; la digestión no solo lleva inmersa la idea de fuego sino también de vida, ya que es por el proceso de asimilación de alimentos mediante la digestión que la vida se mantiene. De esta manera el obstáculo se ve reforzado por otro anteriormente tratado, el animista, haciéndolo aún más peligroso para la consecuci6n del conocimiento objetivo.

 

El noveno obstáculo epistemológico, Bachelard lo identifica como la libido, a la que se interpreta desde el punto de vista de la voluntad de poder o la voluntad de dominio hacia otros presentada en el individuo que investiga y que no puede dejar de reflejar en sus experimentos o en sus intentos de dar explicación coherente ante un fenómeno nuevo. Un ejemplo de ello es el fenómeno presente en todas las grandes culturas en las cuales la posesión de conocimiento o de hombres que poseyeran conocimientos permitían a unos pocos iniciados estar en las más altas esferas sociales; dado que tenían el poder de transformar el mundo real e influir sobre el mundo inmaterial.

 

Otra faceta de este obstáculo es la constante referencia a pensamientos sexuales que se hacen presentes en todo espíritu científico en formación al enfrentarse a una situación nueva, y que según Bachelard se manifiesta plenamente en las reacciones químicas, aunque se encuentran presentes en todas las disciplinas del saber "enseñando química, he podido constatar que, en la reacción del ácido y la base, la casi totalidad de los alumnos atribuyen al papel activo al ácido y el pasivo a la base", [2] de esta manera no cabe duda de la primacía explicativa en la reacción, que se le ha de atribuir al ácido.

 

El último obstáculo es identificado por Bachelard como el del conocimiento cuantitativo, ya que se considera todo conocimiento cuantitativo como libre de errores, saltando de lo cuantitativo a lo objetivo, todo lo que se pueda contar tiene una mayor validez frente a lo que no permita este proceso lo que no se pueda contar o que no tenga gran influencia sobre la cuantificación final se puede despreciar permitiendo el error típico que sucede cuando no se tiene en cuenta las escalas de los problemas llevando los mismos juicios y raciocinios experimentales de lo muy grande a lo muy pequeño.

 

Todas las anteriores nociones se constituyen en elementos que dificultan el paso de un espíritu pre-científico a un espíritu verdaderamente científico. Estas nociones no sólo son propias del pensamiento científico contemporáneo pues Bachelard muestra que se presentan también de manera muy evidente en la antigüedad y en la época medieval, con lo que se pone de manifiesto que los obstáculos epistemológicos no son propios de una comunidad científica en especial o de una etapa de la historia del conocimiento sino que están presentes en los sujetos que han pretendido hacer ciencia a lo largo de todos los tiempos; es sólo mediante la superación sistemática de los obstáculos epistemológicos como el espíritu puede evolucionar de un estado pre-científico en el que la materia prima del conocimiento es la realidad circundante a uno en el que la misma noción de realidad se toma como una excusa para hacer ciencia, en el que nuevos conocimientos surgen de nuevas realidades existentes a veces únicamente como símbolos matemáticos.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

[1] BACHELARD, Gastón. (1981) El nuevo espíritu científico. México: Editorial Nueva Imagen.

 

[2] BACHELARD, Gastón. (1987) La formación del espíritu científico. México: Editorial Siglo XXI.

 

 

 

Luis Eduardo Villamil Mendoza. Filósofo de la Universidad Nacional de Colombia. Licenciado en Matemáticas y Física de la Universidad La Gran Colombia. Especialista en ciencias Físicas de la Universidad Nacional de Colombia.

 

 

 

Fuente:

 

 

https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero38/obstepis.html


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El nahual y simbolismos, por Jesús Orduña. Artículo

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

El nahual y las representaciones simbólicas universales.

Por Jesús Orduña

 

 

 

 

 

El Nahual, se ha conceptualizado como el espíritu de un animal que se encarga de proteger y cuidar a cada persona desde su nacimiento, en la tradición maya, azteca y tolteca, entre otras, se manifiesta como una imagen que aconseja o guía en sueños, o se presenta como cierta afinidad con el animal que a cada quien le tocó.

 

Todo nahual tiene la capacidad de mostrar el camino o guiar a los demás hacia el espíritu, convenciéndoles de que en el interior de cada persona hay una fuerza poderosa que la vincula a Dios. Por lo general el nahual es quien les orienta para que descubran quienes son en realidad y quien les ayuda a encontrar su propio espíritu, su propia libertad, su propia alegría, felicidad y amor.

 

Como muchas de las creencias, tradiciones y costumbres del México prehispánico, la existencia y persistencia del nahual pareciera una derivación de pensamiento local, regional, acotada y delimitada por circunstancias de tiempo y espacio, sin embargo, se encuentra relacionado con fenómenos similares en otras regiones, culturas y en otras épocas, es lo que hoy llamamos fenómeno global.

 

Específicamente se relaciona con el chamanismo, fenómeno representado principalmente por siberianos, bantúes y afroamericanos. Se trata de un conjunto de creencias y prácticas tradicionales enfocadas a la comunicación con el mundo de los espíritus. Entre las creencias sobre chamanes, está la de que los espíritus existen y que juegan un papel importante tanto en las vidas individuales como en la sociedad humana, a los chamanes se les atribuye la capacidad de comunicarse con el mundo de los espíritus. El chamán puede curar enfermedades causadas por aquellos espíritus malignos, se dice que puede dejar el cuerpo para entrar en el mundo sobrenatural con la finalidad de buscar respuestas y que las imágenes de los animales bien pueden ser evocadas como guías de espíritus, como presagios y portadoras de mensajes.

 

En México, el brujo o chamán tiene entre otras atribuciones, la de cambiar de la forma humana a la de su nahual y así poder aprovechar las características de éste último.

 

Los chamanes o brujos, se dice que tienen contacto estrecho con su nahual, tienen la facultad de convertirse en animales, poseyendo la forma y el espíritu de la fiera. Más que la posesión del cuerpo del animal, se trata de una transformación mágica del chamán en esa bestia. El poder del nahual estará dado por el animal escogido: los más fieros unirán sus vidas a la del puma, jaguar, águila, oso, caballo o serpientes, mientras que los más débiles lo harán con perros, gatos o pájaros.

 

Entre las funciones que desempeñan los chamanes, está la curación, liderar sacrificios, la conservación de tradiciones a través de historias y canciones, fungir como videntes y muy ampliamente como mediadores.

 

Un mediador de la cultura es visto como un comunicador de la comunidad con los espíritus. En las culturas amazónicas, se le identifica con el jaguar, que es capaz de moverse libremente en la tierra, en el agua y trepando árboles en algunas otras culturas se reconoce también al árbol chamánico como símbolo de la mediación, ya que el árbol tiende sus raíces hacia el mundo inferior, su tronco pertenece al medio, es decir al mundo habitado por los humanos y su copa se relaciona con el mundo superior.

 

El nahual, se distingue del resto de los humanos por el profundo conocimiento que posee de los animales, las leyes de la naturaleza, los seres humanos y, sobre todo una sensibilidad y sentido de la observación fuera de lo común. Tiene como misión, mantener el equilibrio cósmico, social y cultural y restablecerlo cuando ha sido perturbado. Puede ser un líder religioso, social, político, espiritual, para lo cual tiene que ser un individuo inteligente y responsable, un ser humano que sabe lo que hace y porqué lo hace.

 

Ante tal información que pareciera, poco documentada y basada exclusivamente en creencias, el estudio formal de la conducta humana, converge en algunos conceptos similares: los arquetipos.

 

Un arquetipo es un modelo o ejemplo de ideas o conocimiento del cual se derivan otros tantos para modelar los pensamientos y actitudes propias de cada individuo, de cada conjunto, de cada sociedad. El Psicólogo Carl Gustav Jung, propone que en el mundo primitivo todos los hombres poseían una especie de alma colectiva, pero con el pasar de los años y la evolución, surgió un pensamiento y una conciencia individual que ayudó en gran medida con la formación del modo de pensar de cada cultura y de su tipo de actuar.

 

Jung, a principios del siglo pasado, estableció conexiones funcionales entre la estructura de la mente y sus manifestaciones culturales, tomando nociones de la antropología, sociología, la alquimia, los sueños, el arte, la mitología, la religión y la filosofía. Introdujo el término de "inconsciente colectivo" constituido por imágenes comunes a toda la humanidad y que se manifiestan simbólicamente en sueños o delirios (estados alterados de la conciencia) símbolos que aunque encubiertos, están presentes en leyendas, cultos y mitos de todas las culturas.

 

De todos los arquetipos identificados, algunos son los más recurrentes como el Nacimiento, la Muerte, la eterna juventud, la Cuaternidad (como símbolo de la totalidad, todo aquello que abarcan los cuatro puntos cardinales, los cuatro elementos o los cuatro aspectos psicológicos: sensibilidad, pensamiento, sentimiento e intuición). Otro Arquetipo frecuente es la Mandala (en Sánscrito, representación circular del macrocosmos, de los ciclos de vida, la perfección del círculo y de las formas concéntricas), también está el Viejo Sabio, por lo general representado como aquella figura del padre anciano que utiliza su conocimiento personal de la gente y del mundo para ayudarse a contar historias y ofrecer orientación, que de una manera mística, puede impresionar a su audiencia al mostrar quiénes son y en qué se convertirán, actuando de este modo como un mentor.

 

Los arquetipos algunas veces representan también al animal y los instintos básicos del pasado pre-humano, cuyas preocupaciones se limitaban a sobrevivir y a la reproducción, uno de ellos ha sido denominado "la sombra", como esa parte obscura del yo, amoral como los animales, ni buena ni mala. Un animal es capaz de cuidar calurosamente a sus crías y por otro lado, ser un asesino implacable para conseguir alimento. Desde algunas perspectivas, esto podría parecer brutal y hasta inhumano, pero el animal simplemente hace lo que tiene que hacer, sin reflexión, de manera inocente.

 

 

Para leer completo el artículo:

 

 

Fuente:

 

http://jesusorduna.blogspot.mx/2013/09/el-nahual-y-las-representaciones_3267.html


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''Danza de los peyoteros'', Jorge Reyes. Música

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

Jorge Reyes

 

 

 

 

Jorge Reyes Valencia (1952 - 2009)1 fue un músico mexicano nacido en Uruapan, famoso por hacer fusiones de distintos tipos de música, difundir la música prehispánica a través de sus discos y por haber sido miembro de la legendaria banda mexicana de rock progresivo Chac Mool.

 

Reyes nació en 1952 en Uruapan, Michoacán, México. Estudió flauta transversa en la Escuela Nacional de Música de la UNAM antes de optar por un estilo propio. En los años 70 viajó a Europa en una aventura de aprendizaje musical que le llevó hasta Alemania. Allí estudió música clásica, electrónica y jazz. Después, en la India, estudió la música tradicional hindú y tibetana.

 

Al regresar a su país formó los grupos musicales Al Universo y Nuevo México, donde hizo sus primeras fusiones mezclando el rock con instrumentos como el teponaztle (caparazones de tortuga y de caracol). En 1980, junto con Armando Suárez formó la banda Chac Mool. Flautista y guitarrista del grupo, imprimió sus conocimientos en cuatro discos y le dio a la banda su característica esencial: la creación de atmósferas con letras profundas que trasladaban a los oyentes a un mundo fantástico.

 

La aparición de Chac Mool coincidió con el auge del rock mexicano; fueron pioneros al incorporar instrumentos como violoncelo, mandolina, timbales, sintetizadores, flauta y autóctonos prehispánicos.

 

 

 

Fuente: Wikipedia.


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Datos biográficos de Carlos Castañeda, escritor estadounidense

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

Carlos Castañeda

 

 

 

 

Carlos Castañeda cuyo nombre original es Carlos César Salvador Arana Castañeda (Cajamarca, Perú, 25 de diciembre de 1925 — Los Ángeles, 27 de abril de 1998) fue un antropólogo y escritor peruano naturalizado estadounidense, autor de una serie de libros que describirían su entrenamiento en un tipo particular de nahualismo tradicional mesoamericano, al cual él se refería como una forma muy antigua y olvidada. Dichos libros y el propio Castañeda, quien en escasas ocasiones hablaba en público acerca de su obra o de sí mismo, son objeto de mucha controversia.

 

Sus partidarios afirman que sus libros son veraces en su contenido, o que al menos constituyen obras de valor literario y antropológico. Sus críticos señalan por el contrario que sus libros son una farsa, trabajos de ficción, y que no son verificables como obras de antropología, al contrario de lo que el autor afirmaba. Harris, De Mille y otros fundamentan errores en cuanto a las tradiciones yaquis, y De Mille demuestra que en varias ocasiones las fechas en que los libros de Castañeda afirman que estuvo con Don Juan en México, estaba en la UCLA.

 

Dicho antropólogo y escritor aseguraba haberse convertido en un chamán Nagual tolteca tras un intenso entrenamiento de modificación de la conciencia y su percepción.

 

Sus libros, que tienen un carácter sincrético ya que son mezcla de autobiografía, alucinógenos, rituales toltecas, misticismo y religión, han tenido un tremendo éxito de ventas, tanto que hoy en día son traducidos a los más variados idiomas del mundo.

 

Sus primeros libros están ligados a la psicodelia y la contracultura de fines de los años 60 y 70.

 

 

Fuente: Wikipedia.


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''Las enseñanzas de don Juan'', Carlos Castañeda. Literatura

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

Las enseñanzas de don Juan

Por Carlos Castañeda

 

 

 

Capítulo uno

 

 

Domingo, 25 de junio, 1961

 

Me quedé con don Juan toda la tarde del viernes. Iba a marcharme a eso de las 7 p.m. Estábamos sentados en el zaguán de su casa y yo resolví preguntarle una vez más acerca de la enseñanza. Era casi una pregunta de rutina y esperaba que él volviese a negarse. Le pregunté si había alguna forma de aceptar mi solo deseo de saber, como si yo fuera indio. Tardó un rato largo en responder. Me sentí obligado a quedarme, porque don Juan parecía estar tratando de decidir algo.

 

Finalmente me dijo que había una forma, y procedió a delinear un problema. Señaló que yo estaba muy cansado sentado en el suelo, y que lo adecuado era hallar un "sitio" en el suelo donde pudiera sentarme sin fatiga. Yo tenía las rodillas contra el pecho y los brazos enlazados en torno a las pantorrillas. Cuando don Juan dijo que yo estaba cansado, advertí que me dolía la espalda y me hallaba casi exhausto.

 

Esperé su explicación con respecto a lo de un "sitio", pero don Juan no hizo ningún intento abierto de aclarar el punto. Pensé que acaso quería indicarme cambiar de posición, de modo que me levanté y fui a sentarme más cerca de él. Don Juan protestó por mi movimiento y recalcó claramente que un sitio significaba un lugar donde uno podía sentirse feliz y fuerte de manera natural. Palmeó el lugar donde se hallaba sentado y dijo que ése era su sitio, añadiendo que me había puesto una adivinanza: yo debía resolverla solo y sin más deliberación.

 

Lo que él había planteado como un problema que ha de ser resuelto era ciertamente una adivinanza. Yo no tenía idea de cómo empezar, ni idea de lo que él tenía en mente. Varias veces pedí una pista, o al menos un indicio, sobre cómo proceder a la localización de un punto donde me sintiera feliz y fuerte. Insistí y argumenté que no tenía la menor idea de qué quería decir él en realidad, porque no me era posible concebir el problema.

 

Él me sugirió caminar por el zaguán, hasta hallar el sitio.

 

Me levanté y empecé a recorrer el suelo. Me sentí ridículo y fui a sentarme frente a don Juan.

 

El se enojó mucho conmigo y me acusó de no escuchar, diciendo que acaso no quisiera aprender. Tras un rato se calmó y me explicó que no cualquier lugar era bueno para sentarse o para estar en él, y que dentro de los confines del zaguán había un único sitio donde yo podía estar en las mejores condiciones. Mi tarea consistía en distinguirlo entre todos los demás lugares. La norma general era "sentir" todos los sitios posibles a mi alcance hasta determinar sin lugar a dudas cuál era el sitio correspondiente.

 

Argüí que, si bien el zaguán no era demasiado grande (3.5 X 2.5 metros), el número de sitios posibles era avasallador, que requeriría un tiempo muy largo para probarlos todos y que como él no especificaba el tamaño del sitio, las posibilidades podían ser infinitas. Mis argumentos resultaron fútiles. Don Juan se puso en pie y, con mucha severidad, me advirtió que resolver el problema tal vez requiriera días, pero de no resolverlo daba igual que me marchara, porque él no tendría nada que decirme. Recalcó que él sabía dónde era mi sitio, y que por tanto yo no podría mentirle; dijo que sólo en esta forma le sería posible aceptar como razón válida mi deseo de aprender los asuntos del Mescalito. Añadió que nada en este mundo era un regalo: todo cuanto hubiera que aprender debía aprenderse por el camino difícil.

 

Dio vuelta a la casa para ir a orinar en el chaparral. De regreso entró directamente en su casa por la parte trasera. Pensé que la misión de hallar el supuesto sitio de felicidad era su propio modo de deshacerse de mí, pero me levanté y empecé a pasear de un lado a otro. El cielo estaba claro. Podía ver cuanto había en el zaguán y sus inmediaciones. Debí de caminar una hora o más, pero no ocurrió nada que revelase la ubicación del sitio. Me cansé de andar y tomé asiento; tras unos cuantos minutos me senté en otro lugar, y luego en otro, hasta cubrir todo el piso en forma semisistemática. Deliberadamente procuraba "sentir" diferencias entre lugares, pero carecía de criterio para la diferenciación. Sentí que estaba perdiendo el tiempo, pero me quedé. Mi racionalización fue que había venido de lejos sólo para ver a don Juan, y en realidad no tenía otra cosa que hacer.

 

Me acosté de espaldas y puse las manos bajo la cabeza a manera de almohada. Luego rodé y permanecí un rato sobre mi estómago. Repetí este proceso rodando por todo el piso. Por primera vez me pareció haber tropezado con un vago criterio. Sentía más calor acostado de espaldas.

 

Rodé nuevamente, ahora en dirección contraria, y otra vez cubrí el largo del piso, yaciendo boca abajo en los sitios donde estuve boca arriba en mi primera gira rodante. Experimenté las mismas sensaciones de tibieza y frío según la postura, pero no diferencia entre los sitios.

 

Entonces se me ocurrió una idea que creí brillante: ¡el sitio de don Juan! Me senté allí y luego me acosté, boca abajo al principio y después de espaldas, pero el lugar era igual a los otros. Me levanté. Estaba harto.

 

Quería despedirme de don Juan, pero no me atrevía a despertarlo. Miré mi reloj. ¡Eran las 2 de la mañana! Había estado rodando durante seis horas.

 

En ese momento don Juan salió y rodeó la casa para ir al chaparral. Regresó y se detuvo junto a la puerta. Me sentía completamente abatido, y quise decirle algo desagradable y marcharme. Pero me di cuenta de que no era culpa suya; yo mismo había querido prestarme a todas esas tonterías. Le declaré mi fracaso: llevaba toda la noche rodando en el suelo, como un idiota y aún no podía hallar pies ni cabeza a la adivinanza.

 

Don Juan rió y dijo que eso no lo sorprendía, porque yo no había procedido, correctamente. No había usado los ojos. Eso era cierto, pero yo estaba muy seguro de que él me había indicado sentir la diferencia. Señalé esto, y él arguyó que es posible sentir con los ojos, cuando no están mirando de lleno las cosas. En mi propio caso, dijo, no tenía yo otro medio de resolver el problema que usar cuanto tenía: mis ojos.

 

Entró en la casa. Tuve la certeza de que me había observado. No tenía, pensé, otra forma de saber que yo no había estado usando los ojos.

 

Empecé a rodar de nuevo, porque ése era el procedimiento más cómodo. Esta vez, sin embargo, apoyé la barbilla en las manos y miré cada detalle.

 

Tras un intervalo cambió la oscuridad en torno mío. Mientras enfocaba el punto directamente frente a mí, toda la zona periférica de mi campo de visión adquirió una coloración brillante, un amarillo verdoso homogéneo. El efecto fue pasmoso. Mantuve los ojos fijos en el punto frente a mí y empecé a reptar de lado, boca abajo, trecho por trecho.

 

De pronto, en un punto cercano a la mitad del piso, advertí otro cambio de color. En un sitio, a mi derecha, aún en la periferia de mi campo de visión, el amarillo verdoso se hacía intensamente púrpura. Concentré allí la atención. El púrpura se desvaneció en un color pálido, pero brillante todavía, que permaneció estable mientras detuve en él mi atención.

 

Marqué el sitio con mi chaqueta y llamé a don Juan. Salió al zaguán. Yo estaba realmente excitado; había visto claramente el cambio de matices. Don Juan no pareció impresionarse, pero me indicó sentarme en el sitio e informarle de qué clase de sensación era aquélla. Tomé asiento y luego me tendí de espaldas. En pie junto a mí, don Juan preguntó repetidamente cómo me sentía, pero yo no experimenté nada diferente. Durante unos quince minutos traté de sentir o ver una diferencia, mientras don Juan aguardaba paciente junto a mí. Me sentí fastidiado. Tenía un sabor metálico en la boca. De un momento a otro me dolía la cabeza. Estaba a punto de vomitar. La idea de mis esfuerzos absurdos me irritaba hasta la furia. Me levanté.

 

Don Juan debió notar mi profunda amargura. No rió: dijo con mucha seriedad que, si quería yo aprender, debía ser inflexible conmigo mismo. Sólo una opción me estaba abierta, dijo: renunciar y marcharme, caso en el cual jamás aprendería, o resolver la adivinanza.

 

Entró de nuevo. Yo quería irme en el acto, pero me hallaba demasiado cansado para conducir; además, el percibir los colores había sido tan asombroso que yo no vacilaba en considerar aquello como un criterio de algún tipo, y acaso pudieran percibirse otros cambios.

 

De cualquier modo, era demasiado tarde para irme. Me senté, estiré las piernas hacia atrás y volvía comenzar desde el principio.

 

Durante esta ronda atravesé rápidamente cada lugar, pasando por el sitio de don Juan, hasta el final del piso, y luego viré para cubrir el lado exterior. Al llegar al centro advertí que otro cambio de coloración estaba ocurriendo de nuevo en el borde de mi campo de visión. El color verdoso pálido percibido en toda el área se convertía, en cierto sitio a mi derecha, en un verdigrís nítido. Permaneció un momento y luego se metamorfoseó súbitamente en otro matiz fijo, distinto del que yo había percibido antes. Me quité un zapato para marcar el punto, y seguí rodando hasta cubrir el suelo en todas las direcciones posibles. No hubo ningún otro cambio de coloración.

 

Volví al punto indicado por mi zapato y lo examiné. Quedaba a metro y medio o poco más del sitio indicado por mi chaqueta, aproximadamente en dirección sureste. Había una piedra grande junto a él. Estuve tendido allí un buen rato, tratando de descubrir pistas, observando cada detalle, pero no sentí nada diferente.

 

Decidí probar el otro sitio. Rápidamente giré sobre mis rodillas, y estaba a punto de acostarme en la chaqueta cuando sentí una aprensión insólita. Era más bien como la sensación física de que algo empujaba mi estómago. Me levanté de un salto, retrocediendo con el mismo impulso. El cabello de mi nuca se erizó. Mis piernas se habían arqueado ligeramente, mi tronco estaba echado hacia adelante y mis brazos se proyectaban rígidamente frente a mí, con los dedos contraídos como garras. Advertí la extraña postura, y mi sobresalto aumentó.

 

Retrocediendo involuntariamente, tomé asiento en la piedra junto a mi zapato. De allí me dejé resbalar al suelo. Intenté aclarar qué cosa había podido ocurrir para producirme tal susto. Pensé que debía haber sido mi fatiga. Ya casi era de día, Me sentí ridículo y confuso. Sin embargo, no tenía modo de explicar qué cosa me asustó, ni había descubierto lo que deseaba don Juan.

 

Resolví hacer un último intento. Me levanté, me acerqué despacio al lugar marcado por mi chaqueta, y de nuevo sentí la misma aprensión. Esta vez hice un vigoroso esfuerzo por dominarme. Tomé asiento y luego me arrodillé para tenderme boca abajo, pero no pude acostarme pese a mi voluntad. Puse las manos en el suelo.

 

Mi aliento se aceleró; se me revolvió el estómago. Tuve una clara sensación de pánico y luché por no salir corriendo, Pensé que tal vez don Juan me vigilaba. Lentamente repté de regreso al otro sitio y apoyé la espalda contra la piedra. Quería descansar un rato para poner en orden mis ideas, pero me quedé dormido.

 

Oí a don Juan hablar y reír por encima de mi cabeza. Desperté.

 

—Hallaste el sitio —dijo.

 

Al principio no entendí, pero él me aseguró de nuevo que el lugar donde me había quedado dormido era el sitio en cuestión. Una vez más preguntó qué sentía allí tendido. Le dije que en realidad no advertía ninguna diferencia.

 

Me pidió comparar mis sensaciones en aquel momento con lo que había sentido al yacer en el otro sitio. Por vez primera se me ocurrió conscientemente que me era imposible explicar mi aprensión de la noche anterior, Don Juan me instó, con una especie de actitud de reto, a sentarme en el otro sitio.

 

Por algún motivo inexplicable, yo tenía miedo a ese lugar, y no me senté en él. Don Juan aseveró que sólo un tonto podía dejar de ver la diferencia.

 

Le pregunté si cada uno de los dos lugares tenía un nombre especial. Dijo que el bueno se llamaba el sitio y el malo el enemigo; dijo que estos dos lugares eran la clave del bienestar de un hombre, especialmente si buscaba conocimiento. El mero acto de sentarse en el sitio propio creaba fuerza superior; en cambio, el enemigo debilitaba e incluso podía causar la muerte. Dijo que yo había repuesto mi energía, dispendiada la noche anterior, echando una siesta en mi sitio.

 

También dijo que los colores percibidos por mí en asociación con cada sitio específico tenían el mismo efecto general de dar fuerza o de reducirla.

 

Le pregunté si existían para mí otros sitios como los dos que había hallado y cómo debería hacer para localizarlos. Dijo que muchos lugares en el mundo serían comparables a esos dos, y que la mejor manera de hallarlos era determinar sus colores respectivos.

 

Yo no sabía a ciencia cierta si había resuelto el problema o no; de hecho, ni siquiera me hallaba convencido de que hubiese habido algún problema; no podía dejar de sentir que la experiencia era totalmente forzada y arbitraria. Estaba seguro de que don Juan me había observado toda la noche para luego seguirme la corriente diciendo que el sitio donde me quedara dormido era el buscado. Sin embargo, no veía yo motivo lógico de tal acción, y cuando me retó a sentarme en el otro sitio no pude hacerlo. Había una extraña separación entre mi experiencia pragmática de temer al "otro sitio" y mis consideraciones racionales sobre todo el episodio.

 

Don Juan, en cambio, se hallaba muy seguro de que yo había triunfado y, actuando en concordancia con mi éxito, me hizo saber que iba a instruirme con respecto al peyote.

 

—Me pediste que te enseñara los asuntos del Mescalito —dijo—. Yo quería ver si tenías espinazo como para conocerlo cara a cara. Mescalito no es chiste. Debes ser dueño de tus recursos. Ahora sé que puedo aceptar tu solo deseo como una buena razón para aprender.

—¿De veras va usted a enseñarme los asuntos del peyote?

—Prefiero llamarlo Mescalito. Haz tú lo mismo.

—¿Cuándo va usted a empezar?

—No es tan sencillo. Primero debes estar listo,

—Creo que estoy listo.

—Esto no es un chiste. Debes esperar hasta que no haya duda, y entonces lo conocerás.

—¿Tengo qué prepararme?

—No. Nada más tienes que esperar. A lo mejor te olvidas de todo el asunto después de un tiempo. Te cansas rápidamente. Anoche estabas a punto de irte a tu casa apenas se te puso difícil. Mescalito pide una intención muy seria.

 

 

Para descargar el libro completo:

 

http://klibrery.files.wordpress.com/2007/01/01.pdf


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