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domingo, 14 de junio de 2015

''Amadís de Gaula'', Garci Rodríguez. Literatura

 

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.


 

 

Amadís de Gaula

Garci Rodríguez de Montalvo

 

 

 

Libro primero

 

 

 

 

No muchos años después de la Pasión de nuestro Redentor y Salvador Jesucristo, fue un rey muy cristiano en la pequeña Bretaña, por nombre llamado Garinter, el cual, siendo en la ley de la verdad de mucha devoción y buenas maneras acompañado. Este rey hubo dos hijas en una noble dueña su mujer, y la mayor casada con Languines, rey de Escocia, y fue llamada la dueña de la Guirnalda, porque el rey su marido nunca la consintió cubrir sus hermosos cabellos sino de una muy rica guirnalda, tanto era pagado de los ver; de quien fueron engendrados Agrajes y Mabilia, que así de uno como caballero y de ella como doncella en esta gran historia mucha mención se hace. La otra hija, que Elisena fue llamada, en gran cantidad mucho más hermosa que la primera fue; y comoquiera que de muy grandes príncipes en casamiento demandada fuese, nunca con ninguna de ellos casar le plugo, antes su retraimiento y santa vida dieron causa a que todos beata perdida la llamasen, considerando que persona de tan gran guisa, dotada de tanta hermosura, de tantos grandes por matrimonio demandada, no le era conveniente tal estilo de vida tomar.

 

Pues este dicho rey Garinter siendo en asaz crecida edad, por dar descanso a su ánimo algunas veces a monte y a caza iba. Entre las cuales saliendo un día desde una villa suya que Alima se llamaba, siendo desviado de las armadas y de los cazadores andando por la floresta sus horas rezando, vio a su siniestra una brava batalla de un solo caballero que con dos se combatía, él conoció a los dos caballeros que sus vasallos eran, que por ser muy soberbios y de malas maneras y muy emparentados, muchos enojos de ellos había recibido. Mas aquél que con ellos se combatía no los pudo conocer y no se fiando, tanto en la bondad del uno que el miedo de los dos se quitase, apartándose de ellos la batalla miraba, en fin de la cual por mano de aquél de los dos fueron vencidos y muertos. Esto hecho el caballero se vino contra el rey y como solo lo viese, díjole:

 

—Buen hombre, ¿qué tierra es ésta, que así son los caballeros andantes salteados?

 

El rey le dijo:

 

—No os maravilléis de eso, caballero, que así como en las otras tierras hay buenos caballeros y malos, así los hay en ésta, y esto que decís no solamente a muchos han hecho grandes males y desaguisados, más aun al mismo rey su señor sin que de ellos justicia hacer pudiese; por ser muy emparentados han hecho enormes agravios y también por esta montaña tan espesa donde se acogían.

 

El caballero le dijo:

 

—Pues a ese rey que decís vengo yo a buscar de luenga tierra y le traigo nuevas de un su gran amigo, y si sabéis dónde hallarlo pueda ruégoos que me lo digáis.

 

El rey le dijo:

 

—Comoquiera que acontezca no dejaré de os decir la verdad, sabed ciertamente que yo soy el rey que demandáis.

 

El caballero quitando el escudo y yelmo, y dándolo a su escudero lo fue a abrazar diciendo ser el rey Perión de Gaula que mucho le había deseado conocer. Mucho fueron alegres estos dos reyes en haberse así juntado, y hablando en muchas cosas se fueron a la parte donde los cazadores eran para su acoger a la villa, pero antes le sobrevino un ciervo que de las armadas muy cansado se colara, tras el cual los reyes ambos al más correr de sus caballos fueron pensándolo matar, mas de otra manera les acaeció, que saliendo de unas espesas matas un león delante de ellos al ciervo alcanzó y mató, habiéndole abierto con sus muy fuertes uñas, bravo y mal continente contra los reyes mostraba. Y como así el rey Perión le viese, dijo:

 

—Pues no estaréis tan sañudo que parte de la caza no nos dejéis.

 

Y tomando sus armas descendió del caballo, que adelante, espantado del fuerte león ir no quería, poniendo su escudo delante, la espada en la mano al león se fue, que las grandes voces que el rey Garinter le daba no lo pudieron estorbar. El león asimismo dejando la presa contra él se vino y juntándose ambos teniéndole el león debajo en punto de le matar, no perdiendo el rey su gran esfuerzo, hiriéndole con su espada por el vientre, lo hizo caer muerto ante sí, de que el rey Garinter mucho espantado entre sí decía:

 

—No sin causa tiene aquél fama del mejor caballero del mundo.

 

 

 

Para descargar el libro completo:

 

http://www.ladeliteratura.com.uy/biblioteca/amadis.pdf

 

 


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