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domingo, 8 de marzo de 2015

Ateísmo en la Ilustración. Historia

 

 

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

Ateísmo en la Ilustración

 

 

 

El ateísmo, tal y como lo definen Diderot y D'Alembert en su artículo de la Encyclopédie es la «opinión de aquellas personas que niegan la existencia de dios en el mundo». La simple ignorancia de dios no constituye ateísmo, así que la persona «para cargar con la horrible etiqueta de ateo, debe conocer la noción de dios y rechazarla». En el periodo de la Ilustración en Occidente, el ateísmo fue posible gracias a las publicaciones secretas (clandestinas) de textos de carácter ateo y a la firma con seudónimos, como es el caso de D'Holbach con El cristianismo desenmascarado, firmado con el pseudónimo par feu M. Boulanger. Además de pertenecer a una lista de «libros prohibidos» (como el Index librorum prohibitorum) en un tiempo donde la separación de la Iglesia y el Estado aún no se había consolidado. El emerger del ateísmo ilustrado, no sin dificultades o persecuciones, tiene como antecedente una creciente tolerancia interreligiosa en el régimen absolutista luego de la época de las guerras de religión en Occidente.

 

Durante la reforma protestante, Europa era una sociedad persecutoria, que no toleraba minorías religiosas ni ateísmo. Incluso en Francia, donde se había establecido el Edicto de Nantes en 1598 y se revocó en 1685, había muy pocos apoyos para la tolerancia religiosa al comienzo del siglo XVIII.

 

Los estados mantenían una uniformidad religiosa por dos razones: primera porque la creencia elegida era el modo de llegar a dios y las demás eran heréticas y segunda porque la religión era imprescindible para la estabilidad social y política.

 

El avance de la tolerancia fue resultado de movimientos políticos pragmáticos, así como de la aplicación de los principios de la Ilustración. La religión era un tema central en las conversaciones del siglo XVIII, objeto de debate en los lugares de tertulia y de las sociedades de la Europa ilustrada y en el intercambio de posturas entre los diferentes filósofos de la época. Michael J. Buckley describe el aumento de la tolerancia y del ateísmo como una respuesta a la violencia religiosa en los años precedentes: la expulsión de los hugonotes en Francia, la Inquisición en España, los juicios de brujería o las guerras civiles en Inglaterra, Escocia y Países Bajos.

 

Buckley argumenta que «las guerras religiosas habían desacreditado irrevocablemente la primacía confesional en la cada vez más secularizada sensibilidad de la mayor parte de la cultura europea». De este punto de vista se hace eco Ole Peter Brell y Ray Porter. Marisa Linton, apunta que era una concepción extendida que la diversidad religiosa llevaría a una hipotética guerra civil.

 

De acuerdo con Justin Champion, la pregunta en Inglaterra no era determinar la verdad religiosa, si existía Dios o no, sino más bien comprender cómo el clero se había hecho con el poder hasta ser capaz de determinar lo que se aceptaba como verdad. Republicanos radicales como Henry Stubbe, Charles Blount y John Toland entendían la religión como una institución social y cultural, más que como una serie de principios transcendentales e investigaron la influencia del clero en la toma de decisiones de la sociedad civil.

 

La segunda mitad del Leviatán de Thomas Hobbes contiene un ejemplo de este tipo de pensamiento anticlerical. Hobbes, como Toland y otros escritores del periodo, entendían la religión en términos históricos, viendo la verdad religiosa separada de la iglesia, lo que ayudó mucho a futuras disidencias en la religión.

 

Marisa Linton piensa que mientras los philosophes contribuían a extender la tolerancia en Francia, los hugonotes también tuvieron su papel en este sentido: comenzaron a hacer público su culto en las regiones más remotas del país mientras continuaban con su lealtad a la corona francesa hasta y durante la Guerra de los siete años, algo que pudo haber contribuido a aliviar las sospechas del monarca sobre su fe. En la mitad del siglo XVIII, los intelectuales jansenistas comienzan una campaña de tolerancia religiosa para los calvinistas. Linton argumenta que juntos, estas causas mejoraron la opinión pública hacia la tolerancia.

 

La tolerancia religiosa no la aceptaba todo el mundo, por ejemplo Abbé Houtteville condenaba el aumento de la tolerancia en Francia porque hacía más débil la autoridad religiosa y enponderaba a la irreligión. Sin embargo, en 1787 Luis XVI, firmó un Edicto de Tolerancia dando derechos civiles al matrimonio y la propiedad privada, aunque aún estaba prohibido el derecho al culto de las minorías y no podían ser profesores ni trabajar en organismos públicos. La tolerancia completa para los protestantes no se garantizó hasta la Revolución Francesa.

 

Una mayor tolerancia religiosa no implicaba ni tolerancia ni respeto hacia las posturas ateas, que en ocasiones se persiguieron y castigaron. Prueba de ello es el tiempo que pasó Denis Diderot en prisión, la publicación de libros ateos mediante seudónimos y en clandestinidad, las detenciones. Y esto pasada la primera mitad del siglo XVIII. En 1768 Diderot le escribió a Sophie Volland en correspondencia sobre tres desafortunados: un joven aprendiz que había conseguido dos ejemplares del Cristianismo desenmascarado, un buhonero y su mujer. «Arrestaron a los tres. Se burlaron de ellos, los azotaron y los marcaron, y al aprendiz lo han condenado a nueve años en las galeras, al buhonero cinco años, y a la mujer la han enviado al hospital [manicomio] para el resto de su vida».

 

Las acusaciones de ateísmo eran comunes, pero la mayor parte de las personas sospechosas de serlo no lo eran. D'Holbach y Denis Diderot fueron dos de las escasísimas personas que se identificaron a sí mismas como ateas en Europa durante este periodo. Thomas Hobbes fue visto como ateo por su interpretación materialista de las escrituras; Henry Hammond, un amigo suyo le describe en una carta como cristiano ateo. David Hume fue acusado de ateo por sus escritos en la Historia natural de la religión. Pierre Bayle fue también acusado de ateo por defender la posibilidad de una sociedad atea ética en su Diccionario crítico y Baruch Spinoza fue acusado por su panteísmo.

 

 

 

Fuente: Wikipedia.

 

 


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