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domingo, 14 de junio de 2015

''La decadencia de Occidente'', tomo 1, Oswald Spengler. Filosofía

 

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

La decadencia de Occidente (Tomo 1)

Bosquejo de una morfología de la historia universal

 Oswald Spengler

 

 

Primera parte. Forma y realidad

Capítulo I

El sentido de los números

 

 

1

 

Ante todo es necesario definir algunos conceptos fundamentales, que empleo aquí en un sentido riguroso y en parte nuevo. Su contenido metafísico irá manifestándose por sí mismo en el curso de la exposición; pero tienen que quedar desde un principio definidos sin ambigüedades.

 

La distinción popular, corriente también en la filosofía, entre ser y devenir, no expresa adecuadamente lo esencial de la oposición a que se refiere. Un devenir infinito —actuar, «actualidad»— puede concebirse también como un estado y por lo tanto subsumirse en el ser; sirvan de ejemplos los conceptos físicos de velocidad uniforme, de estado de movimiento, o la representación fundamental de la teoría cinética de los gases. En cambio cabe distinguir —con Goethe— el producirse y el producto como últimos elementos de lo que está absolutamente dado en la conciencia y con la conciencia. En todo caso, si se pone en duda la posibilidad de reducir a conceptos abstractos los últimos fundamentos de lo humano, el sentimiento muy claro y preciso, de donde brota esa oposición fundamental, que toca a los extremos límites de la conciencia, es el elemento más primario que podemos alcanzar.

 

De aquí se sigue con necesidad que el producto siempre implica un producirse y no viceversa.

 

Distingo, además, con las denominaciones de lo propio y lo extraño dos hechos primarios de la conciencia, cuyo sentido comprende todo hombre que se halle en el estado de vigilia —no en el ensueño— con inmediata certidumbre interna, sin que pueda aclararse más por medio de una definición. El elemento de lo extraño se halla siempre en cierta relación con el hecho primario que designa la voz sensibilidad —mundo sensible—. La potencia expresiva de los grandes filósofos se ha esforzado repetidas veces por aprehender rigurosamente esa relación, empleando concepciones esquemáticas semiintuitivas: fenómeno y cosa en sí, mundo como voluntad y representación, yo y no yo. Pero tal propósito excede de seguro las posibilidades del conocimiento humano exacto.

 

Igualmente el hecho primario que llamamos sentimiento— mundo interior—contiene el elemento de lo propio de una manera cuya rigurosa concepción permanece inasequible a los métodos del pensamiento abstracto.

 

Designo con las palabras alma y mundo una oposición que es idéntica a la conciencia vigilante y puramente humana.

 

Hay grados en la claridad y agudeza de esta oposición, es decir, hay grados en la espiritualidad de la conciencia vigilante, desde la sensibilidad intelectiva de los hombres primitivos y del niño, que a pesar de ser nebulosa tiene a veces una claridad que llega a lo profundo —a este grado pertenecen los momentos de inspiración religiosa y artística, que en las épocas decadentes se hacen cada vez más raros— hasta la máxima agudeza de la conciencia vigilante, en pura intelección; por ejemplo, el pensamiento de Kant y Napoleón. En este estado, la oposición entre el alma y el mundo se convierte en la oposición entre sujeto y objeto. Esta estructura elemental de la conciencia vigilante es un hecho inmediatamente cierto, inasequible al análisis conceptual. Y esos dos elementos, separables sólo por el lenguaje y, en cierto modo, artificialmente, existen siempre uno con otro, uno por otro, y se presentan siempre en unidad, en totalidad, sin que nada justifique el prejuicio gnoseológico del idealista y del realista nativos, que sostienen, el uno, que el alma es lo primario, la «causa» —así dicen— del mundo, y el otro, que el mundo es la del alma.

 

En los sistemas filosóficos gravita el acento unas veces sobre el alma, otras sobre el mundo; pero esta diferencia no tiene más que una importancia biográfica que caracteriza la personalidad del autor.

 

Si aplicamos los conceptos del producirse y del producto a esta estructura de la conciencia vigilante, considerada como la tensa contraposición de dos términos, recibirá la palabra vida un sentido que se acerca mucho al de la voz «producirse».

 

 

 

Para descargar el texto completo:

 

http://www.abrelosojos.yolasite.com/resources/Libros/La%20decadencia%20de%20occidente%20%28TOMO%20I%29.pdf

 


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