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domingo, 10 de mayo de 2015

''La metamorfosis'', Apuleyo. Novela

 

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

La metamorfosis o El asno de oro

Lucio Apuleyo

 

 

 

 

 

Capítulo I

 

 

 

Cómo Lucio Apuleyo, deseando saber el arte mágica, se fue a la provincia de Tesalia, donde al presente más se usaba que en otra parte alguna, y llegando cerca de la ciudad de Hipata, se juntó con dos compañeros, los cuales, hasta llegar a la ciudad, fueron contando admirables acontecimientos de magas hechiceras.

 

Y yendo a Tesalia sobre cierto negocio, porque también de allí era mi linaje, de parte de mi madre, de aquel noble Plutarco y Sesto, su sobrino, filósofos, de los cuales viene nuestra honra y gloria, después de haber pasado sierras y valles, prados herbosos y campos arados, ya el caballo que me llevaba iba cansado. Y así por esto como por ejercitar las piernas, que llevaba cansadas de venir cabalgando, salté en tierra y comencé a estregar el sudor y frente de mi caballo. Quitele el freno y tirele las orejas, y llévelo delante de mí, poco a poco, hasta que fuese bien descansado, haciendo lo que natura suele. Caminando de tal manera, él iba mordiendo por esos prados a una parte y a otra, torciendo la cabeza, y comía lo que podía, en tanto que a dos compañeros que iban un poco delante de mí yo me llegué y me hice tercero, escuchando qué era lo que hablaban. Uno de ellos, con una gran risa, dijo:

 

—Calla ya; no digas esas palabras tan absurdas y mentirosas.

 

Como oí esto, deseando saber cosas nuevas, dije:

 

—Antes, señores, repartid conmigo de lo que vais hablando, no porque yo sea curioso de vuestra habla, mas porque deseo saber todas las cosas, o al menos muchas, y también, como subimos la aspereza de esta cuesta, el hablar nos aliviará del trabajo.

 

Entonces, aquel que había comenzado a hablar dijo:

 

—Por cierto, no es más verdad esta mentira que si alguno dijese que con arte mágica los ríos caudalosos tornan para atrás, y que el mar se cuaja, y los aires se mueren, y el Sol está fijo en el cielo, y la Luna dispuma en las hierbas, y que las estrellas se arrancan del cielo, y el día se quita, y la noche se detiene.

 

Entonces yo, con un poco de más osadía, dije:

 

—Oye tú, que comenzaste la primera habla, por amor de mí que no te pese ni te enojes de proceder adelante.

 

Así mismo, dije al otro:

 

—Tú paréceme que con grueso entendimiento y rudo corazón menosprecias lo que por ventura es verdad. ¿No sabes que muchas cosas piensan los hombres, con sus malas opiniones, ser mentira, porque son nuevamente oídas, o porque nunca fueron vistas, o porque parecen más grandes de lo que se puede pensar, las cuales, si con astucia las mirases y contemplases, no solamente serían claras de hallar, pero muy ligeras de hacer? Pues a mí me aconteció que yendo a Atenas un día, ya tarde, y comiendo con otros, yo, por hacer como ellos, mordí un gran bocado en una quesadilla, a causa de que los convidados se daban prisa en comer. Y como aquél es manjar blanco y pegajoso, atravesóseme en el gallillo, no dejándome resollar, hasta que poco menos quedé muerto; pero con todo mi trabajo llegué a la ciudad, y en el portal grande que llaman Pecile vi con estos ambos ojos a un caballero de estos que hacen juegos de manos que se tragó una espada bien aguda por la punta. Y luego, por un poco de dinero que le daban, tomó una lanza por el hierro y lanzósela por la barriga, de manera que el hierro de la lanza, que entró por la ingle, le salió por la parte del colodrillo a la cabeza, y apareció un niño lindo en el hierro de la lanza, trepando y volteando, de lo cual nos maravillamos cuantos allí estábamos, que no dijeras sino que era el báculo del dios Esculapio, medio cortados los remos, y así ñudoso, con una serpiente volteando encima. Así que tú, que comenzaste a hablar, vuélvemela a contar, que yo sólo te creeré, en lugar de este otro, y además de esto te prometo que en el primer mesón que entremos te convidaré a comer conmigo. Ésta será la paga de tu trabajo.

 

 

 

Para descargar el libro completo:

 

http://www.ua.es/personal/mm.martinez/histadmjust/asnooro.pdf

 


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La libertad no hace felices a los humanos..., simplemente los hace humanos.

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