Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.
El gobierno representativo
John Stuart Mill
Capítulo 1
Hasta qué punto son asunto de elección las formas de Gobierno
Todas las especulaciones relativas a las formas de gobierno llevan el sello más ó menos exclusivo de dos teorías opuestas en materia de instituciones políticas; o hablando con mayor propiedad, de dos modos diferentes de concebir lo que son las instituciones políticas.
Para algunos es el Gobierno arte estrictamente práctico del que nacen tan sólo cuestiones de fin y de medio. Las formas de gobierno, tal como las conciben, son meros expedientes para alcanzar uno de los fines que los hombres pueden proponerse: cuestión simplemente de invención y de combinación; creadas por el hombre, se afirma que éste es libre de establecerlas o no establecerlas, y de decidir cómo y según qué modelo han de constituirse. El primer paso hacia una solución consiste en reconocer cuál es la misión impuesta a los gobiernos; el segundo investigar qué forma es la más propia para el cumplimiento de esta misión.
Ilustrados sobre ambos puntos, y reconocida la forma de gobierno que encierra mayor suma de bien, con la menor de mal, resta tan sólo obtener para la opinión que nos hemos formado, el asentimiento de nuestros compatriotas, o de aquellos a quienes se destinan las instituciones.
Encontrar la mejor forma de gobierno, persuadir a los demás de que es la mejor, y esto conseguido, excitarles a que la reclamen; he aquí el orden de las ideas en el ánimo de los que adoptan este punto de vista filosófico-político, quienes consideran una constitución (abstracción hecha de la importancia respectiva de las cosas) del mismo modo que un arado de vapor o una máquina para moler el trigo.
Pero esta doctrina es vivamente combatida; otros lógicos políticos están tan lejos de asimilar la forma de gobierno a una máquina, que la miran como una especie de producto espontáneo, y que, según ellos, la ciencia del gobierno es rama, por decirlo así, de la Historia Natural. No, dicen, las formas de gobierno no son asunto de elección. Debemos aceptarlas, en la mayor parte de los casos, como las encontramos.
No pueden establecerse con un designio preconcebido; no se forjan, brotan. Nuestra misión respecto de ellas, como acerca de los demás hechos del universo, se reduce a conocer sus propiedades naturales y adaptarnos a ellas. Considéranse por esta escuela las instituciones políticas de un pueblo como una especie de producción orgánica de su naturaleza y de su vida; son el producto de sus costumbres, de su instinto, de sus necesidades y de sus deseos inconscientes y apenas el fruto de su intención deliberada. La voluntad del pueblo no ha tenido otra intervención en el caso que la de responder a necesidades transitorias por combinaciones igualmente transitorias. Es dado subsistir a estas combinaciones cuando se conforman lo bastante al carácter y sentimiento nacionales, y, por agregación sucesiva, constituyen un Gobierno adaptado al pueblo que lo posee; pero que en vano nos esforzaríamos por imponer a cualquier otro, cuya naturaleza y circunstancias no le hubieran espontáneamente producido.
Es difícil decidir cuál de estas doctrinas sería más absurda, si se pudiese suponer que una u otra era sostenida como teoría exclusiva. Mas los principios que los hombres profesan sobre toda cuestión discutida, son señal muy imperfecta de las opiniones que en realidad tienen. Nadie cree que todo pueblo sea capaz de manejar cualquier clase de instituciones. Llévese tan lejos como se quiera la analogía de las combinaciones, ningún hombre elije ni aun un simple útil de madera o hierro por el sólo motivo de que sea el mejor de los de su especie.
Pregúntase antes si se adapta a las condiciones que deben agregársele para que su empleo sea provechoso, y, particularmente, si los que han de servirse de él poseen el saber y la habilidad necesaria para obtener el partido deseado. De otra parte, los que hablan de las instituciones políticas como si fueran organismos vivientes, no sostienen en rigor el fatalismo político de que hacen alarde. No pretenden que la humanidad carezca en absoluto de toda libertad de elegir el Gobierno, bajo el cual deba vivir; que la consideración de las consecuencias que se derivan de las diferentes formas de gobierno no entre por nada en la determinación de la que deba ser preferida. Pero aunque ambas escuelas en su mutua oposición exageren extraordinariamente sus teorías respectivas, y aunque nadie sostenga las suyas sin restricción, corresponden sin duda a una diferencia muy profunda entre dos modos de pensar. Si, pues, evidentemente ninguna de ellas descansa en la verdad, y es también igualmente claro que ninguna es errónea por completo, debemos esforzarnos en profundizarlas hasta sus raíces y obtener en nuestro provecho la suma de verdad que cada una contenga.
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http://fama2.us.es/fde/ocr/2006/gobiernoRepresentativo.pdf
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