Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.
Sobre las virtudes
Plotino
Puesto que los males residen acá y «por necesidad andan rondando la región de aquí» y puesto que el alma desea huir de los males, «hay que huir de aquí».
—Y ¿en qué consiste esta huida?
—«En asemejarse a Dios» —dice (Platón). Y esto se logra, si «nos hacemos justos y piadosos con ayuda de la sabiduría». Se logra, en suma, por la virtud.
—Si, pues, nos asemejamos por la virtud, ¿nos asemejamos a quien posee virtud? Concretamente, ¿a qué Dios nos asemejamos? ¿Al que mejor parece poseer estas virtudes, más concretamente, al Alma del cosmos y al principio rector que hay en ella, dotado de una sabiduría maravillosa?. Es, en efecto, razonable que sea él a quien tratemos de asemejarnos mientras estamos acá.
—Pero, en primer lugar, es discutible que a este principio le competan todas las virtudes, por ejemplo la morigeración y la valentía, cuando nada hay que sea temible para él, pues que nada le viene del exterior, ni hay nada que se le presente como placentero y por cuya ausencia se le suscite el apetito de poseerlo o alcanzarlo. Pero, por otra parte, si también él está deseoso de los mismos inteligibles que nuestras almas, es evidente que el ornato y las virtudes nos vienen de allá.
—Entonces, ¿aquel principio posee estas virtudes?
—No es razonable que posea, al menos, las llamadas «cívicas»: la sabiduría en la parte racional, la valentía en la irascible, la morigeración, consistente en una cierta concordia y armonía de la parte apetitiva con la racional, y la justicia, consistente en el común «desempeño de la función propia» de cada una de estas partes «respecto a mandar y ser mandado».
—Entonces, ¿es que no nos asemejamos por las virtudes cívicas, sino por sus homónimas superiores? Y si por estas otras sí, ¿en modo alguno por las cívicas? Realmente, es absurdo que no nos asemejemos en modo alguno por éstas (la fama, al menos, celebra como divinos a los virtuosos de este tipo, y así hay que admitir que son semejantes a Dios de alguna manera), sino que el asemejamiento se deba a las virtudes superiores.
—Pero cabe justamente poseer virtudes de ambos modos, aunque no sean virtudes del mismo grado. Si, pues, se nos concede que, aunque no sean virtudes del mismo grado, cabe que nos asemejemos aun siendo nosotros diferentes a consecuencia de virtudes diferentes, nada impide que, aun cuando no nos asemejemos 30 en las virtudes, nos asemejemos por nuestras propias virtudes a quien no posea virtud.
—Y ¿cómo?
—Del siguiente modo. Si una cosa se calienta por la presencia del calor, ¿es necesario por ello que se caliente también aquello de donde provino el calor? Y si una cosa está caliente por la presencia del fuego, ¿es necesario por ello que también el fuego mismo se caliente por la presencia del fuego?
—Pero a lo primero cabría objetar que también en el fuego hay calor, sólo que connatural, con lo que el argumento, siguiendo la analogía, hace a la virtud adventicia al alma, más connatural al principio aquel de donde el alma, por imitación, deriva la suya. Y al argumento tomado del fuego cabría objetar que nos llevaría a identificar dicho principio con la virtud, cuando, en realidad, estimamos que es superior a la virtud.
Para descargar la Eneada 1:
http://www.olimon.org/uan/plotino-eneada_1.pdf
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