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lunes, 15 de diciembre de 2014

Santo Tomás de Aquino y la Navidad.

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

 

Meditaciones de Santo Tomás de Aquino para el tiempo de Navidad

 

 

 

 

 

24 de diciembre

 

La encarnación es un auxilio para el hombre que tiende a la bienaventuranza

 

 

Si alguien considera diligente y piadosamente los misterios de la Encarnación, encontrará tanta profundidad de sabiduría, que sobrepasa todo conocimiento humano. Y ocurre que cuanto más medita en ellos con piedad, más razones admirables se descubren en este misterio.

 

Consideremos, pues, cómo la Encarnación de Dios es un auxilio eficacísimo para el hombre que tiende a la bienaventuranza.

 

1º) La perfecta bienaventuranza del hombre consiste en la visión inmediata de Dios. Pero esta visión podía parecer imposible a causa de la infinita distancia de las naturalezas. Mas por el hecho de que Dios ha querido unir a sí mismo la naturaleza humana, se demuestra evidentísimamente a los hombres que el hombre puede unirse a Dios por su inteligencia en una visión inmediata. Fue por lo tanto muy conveniente que Dios tomase la naturaleza humana para acrecentar la esperanza del hombre en la bienaventuranza. Por ello, después de la Encarnación, comenzaron los hombres a aspirar más intensamente a la bienaventuranza. Con razón se lee en San Juan: Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en más abundancia (Joan., X, 10)

 

2º) Como la perfecta bienaventuranza consiste en un conocimiento tal de Dios que excede la capacidad de todo entendimiento creado, fue necesario que existiese en el hombre cierta anticipación de aquel conocimiento bienaventurado, lo cual tiene lugar ciertamente por la fe; mas es necesario que sea ciertísimo el conocimiento por el cual el hombre se dirige al último fin, porque es principio de todas las cosas que a ese último fin se enderezan.

Fue por consiguiente necesario que el hombre, para conseguir la certeza de la verdad de la fe, fuese instruido por el mismo Dios hecho hombre, a fin de que percibiese a la manera humana la instrucción divina. Y así vemos, después de la Encarnación de Cristo, que los hombres se instruyen con más claridad y certeza en el conocimiento divino, conforme a aquello de la Escritura: La tierra está llena de la ciencia del Señor. (Is., XI, 9)

 

3º) Supuesto que la perfecta bienaventuranza consiste en el goce de Dios, fue necesario que el afecto del hombre se dispusiese al deseo de ese goce divino; así como vemos que en el hombre reside el deseo natural de la felicidad, y que el deseo del goce de alguna cosa es producido por el amor a dicha cosa, del mismo modo fue necesario llevar hacia el amor divino al hombre que se dirige a la bienaventuranza perfecta. Nada nos lleva tan intensamente a amar a alguno como la experiencia del amor que aquél nos profesa. Mas el amor de Dios al hombre no pudo mostrarse de modo más eficaz que habiendo querido unirse en persona al hombre. Porque es propio del amor unir al amante con el amado, en cuanto es posible. Fue por consiguiente necesario, al hombre que se dirige la bienaventuranza perfecta, que Dios se hiciese hombre.

 

Además, como la amistad consiste en cierta igualdad, no parece que puedan unirse en amistad seres que son muy desiguales. Pero para que fuese más familiar la amistad entre el hombre y Dios, fue conveniente que Dios se hiciese hombre, porque también el hombre es naturalmente amigo del hombre; y así, conociendo visiblemente a Dios, somos arrastrados al amor de lo invisible.

 

4º) Es evidente que la bienaventuranza es premio de la virtud; luego es conveniente se dispongan con las virtudes los que se dirigen a la bienaventuranza. A la virtud se nos incita con las palabras y los ejemplos; los ejemplos y las palabras de alguno tanto más eficazmente llevan a la virtud, cuanto se tiene una opinión más firme de la bondad de él; pero de la bondad de ningún puro hombre puede tenerse una opinión infalible, pues sabemos que aun varones santísimos han faltado en algunas cosas.

 

Luego fue necesario al hombre, para confirmarse en la virtud, que recibiese del Dios humanizado doctrina y ejemplos de virtud.

 

(Contra Gentiles, lib. 4, cap. 54)

 

 

 

Fuente:

 

http://nonnisite.blogspot.mx/2010/12/meditaciones-de-santo-tomas-de-aquino.html


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