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lunes, 8 de diciembre de 2014

''La vida de Jesús'', Hegel. Filosofía

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

 

La vida de Jesús

Hegel

 

 

 

 

 

 

 

La razón pura, incapaz de cualquier limitaci6n, es la divinidad misma. El plan cósmico está ordenado, pues, en conformidad con la razón; es ésta la que enseña al hombre a conocer su destino, la finalidad incondicionada de su vida; aunque con frecuencia haya estado oscurecida, nunca se extinguió por completo y hasta en las tinieblas se conservó un tenue resplandor suyo.

 

Entre los judíos fue Juan quien hizo que los hombres prestaran atención a esta dignidad que es la suya, dignidad que no tendría que serles extraña, sino que habrían de buscarla en sí mismos, en su propio ser. No es en el linaje, ni en el afán de felicidad o en el servicio de un señor de gran reputaci6n en lo que consiste esta dignidad, sino en el cultivo del destello divino que les ha sido otorgado y que les da testimonio de que, en un sentido más elevado, proceden de la divinidad misma. El cultivo de la razón es la única fuente de verdad y sosiego, fuente que nunca fue considerada por Juan como propiedad exclusiva suya o como una rareza, sino que todos los hombres pueden hacer brotar en sí mismos.

 

Mayores méritos son los adquiridos por Cristo en pro del perfeccionamiento de las corrompidas máximas de los hombres y en favor de la auténtica moralidad y de la más acendrada adoración de Dios.

 

El lugar donde nació fue una aldea en Judea, Belén; sus padres fueron José y María; la familia de José hacía derivar su descendencia de David, de acuerdo con los usos judíos, que conceden mucha importancia al árbol genealógico, En conformidad con las leyes judías, Jesús fue circuncidado ocho días después de su nacimiento. De su educaci6n sólo sabemos que pronto dio pruebas de una inteligencia poco común y que se interesó por cuestiones religiosas, de lo que se cita un ejemplo: a la edad de doce años se separó de sus padres por vez primera, dejándolos presa de una gran preocupaci6n, y fue hallado entre los doctores del templo de Jerusalén, a los que dejó asombrados por sus conocimientos y su capacidad de juicio, fuera de lo común para su edad.

 

De su ulterior formaci6n en la juventud hasta el momento en que hizo su aparición en público como hombre cultivado y como maestro, de todo este periodo de desarrollo tan extraordinariamente interesante hasta que tuvo treinta años, sólo nos han llegado las siguientes noticias: trabó conocimiento con Juan —de quien ya hemos hablado más arriba—, a quien llamaban el Bautista porque se dedicaba a bautizar a quienes hadan suyo su llamamiento a perfeccionarse. Juan se sintió impulsado a llamar la atención de sus compatriotas en dirección a una meta más noble que el mero placer, a una aspiración más elevada que la de restablecer el antiguo esplendor del reino judío; de ordinario, moraba y enseñaba en un lugar retirado; por lo demás, sus necesidades eran muy sencillas: su vestimenta se componía de un manto de pelo de camello con un ceñidor de cuero; su comida consistía en langostas —insecto que en aquellas regiones es comestible— y en miel de abejas salvajes.

 

De su doctrina sólo sabemos, en términos generales, que invitaba a los hombres a que cambiaran de modo de pensar y a que este cambio se tradujese en obras; que afirmaba que los judíos se equivocaban al pensar que por descender de Abraham no tenían necesidad de este cambio para ser gratos a la divinidad y que bautizaba a aquellos que se acercaban a él cuando daban muestras de estar arrepentidos de su conducta anterior (el bautismo era un acto simbólico que, a semejanza del acto de lavar las impurezas, hacía patente la renuncia a un modo de ser corrompido).

 

Así, pues, Jesús le fue a ver y se hizo bautizar por él; sin embargo, no parece que Juan haya considerado como un gran honor el tener discípulos y el vincularlos a sí mismo, pues cuando descubrió las grandes dotes de Jesús le aseguró que no tenía necesidad de ser bautizado e indicó a los demás que se dirigieran a él para que les enseñara, dando pruebas de su alegría también más adelante cuando supo que Jesús encontraba tantos oyentes y bautizaba a tantas gentes (aunque no fuese él en persona quien bautizase, sino sólo sus amigos).

 

Finalmente, Juan fue víctima de la vanidad ofendida de Herodes, príncipe de aquellas regiones, y de la de una mujer, pues había censurado las relaciones de Herodes con su cuñada Herodias, por lo que aquél le habla hecho encarcelar. Con todo, Herodes no se atrevió a desembarazarse de Juan, pues el pueblo le tenía por profeta. Un día que Herodes festejaba con gran brillantez su cumpleaños, una hija de aquella Herodías dio muestras de su talento como bailarina, de lo que Herodes quedó tan encantado que le autorizó a que le pidiera una gracia, asegurándole que le seria concedida, aunque se tratase de la mitad de su reino. La madre, que hasta entonces había tenido que reprimir la venganza de su ofendida vanidad contra Juan, sugirió a su hija que pidiese la muerte de éste. Herodes no tuvo el valor de desdecirse, y de atestiguar ante sus invitados, que en la promesa que habla dado no estaba incluido crimen alguno; la cabeza de Juan le fue presentada en una bandeja a la muchacha, quien se la llevó a su madre. Los discípulos de Juan enterraron su cadáver.

 

Fuera de esto, sólo nos han llegado —de este periodo de la vida de Jesús— algunos otros débiles rasgos del progresivo desarrollo de su espíritu.

 

En las horas 9 de su meditación en la soledad le vino a las mientes la pregunta de si no merecería la pena intentar conseguir convertir la materia menos noble en otra noble, inmediatamente utilizable por los hombres —algo así como hacer pan de las piedras—, y ello por medio de! estudio de la naturaleza y quizá del trato con espíritus superiores; también pensó en la posibilidad de hacerse independiente de la naturaleza en general (despeñarse). Pero rechazó estos pensamientos considerando las limitaciones que la naturaleza ha impuesto al poder que el hombre tiene sobre ella, considerando que es indigno de! hombre e! ambicionar un poder semejante, siendo así que está en posesión de una fuerza más noble que la naturaleza y cuyo cultivo y desarrollo constituye e! verdadero destino de su vida.

 

En otra ocasión, también le pasó por la imaginación todo lo que entre los hombres es tenido por grande y por digno de constituir e! objeto de la actividad de un ser humano: regir a millones de hombres, hacer hablar de si a medio mundo, ver a millones de personas pendientes de su voluntad o de su capricho, o bien vivir gozando alegremente de la satisfacción de sus deseos: todo cuanto pueda seducir la vanidad o excitar los sentidos. Pero cuando más adelante consideró las condiciones bajo las cuales, únicamente, se hace posible conseguir todo esto, incluso en e! caso de que su posesión se quisiese utilizar exclusivamente para el bien de la humanidad, es decir, empequeñecerse dominado por las pasiones propias y ajenas, olvidar su más alta dignidad, renunciar al respeto propio, rechazó sin vacilación e! pensamiento de hacer suyo en alguna ocasión aquel deseo, decidido a permanecer eternamente fiel a lo que estaba escrito en su corazón con caracteres indelebles y a venerar solamente a la eterna ley de la moralidad y a aquel cuya santa voluntad no puede ser afectada por otra cosa que no sea esta ley.

 

Cuando tenía treinta años hizo él mismo su primera aparición en público como maestro; inicialmente su predicación parece haber estado limitada a algunos individuos; pronto se unieron a él algunos amigos, en parte por el agrado que les producían sus enseñanzas y por responder a su llamamiento, amigos que le acompañaban casi siempre por todas partes; por medio de su ejemplo y de sus enseñanzas Jesús queda desterrar de ellos el limitado espíritu de los prejuicios judíos y de su orgullo nacional y trataba de animarlos con su espíritu, que sólo concedía valor a la virtud que no está vinculada a ninguna nación en particular ni a ninguna institución positiva. Jesús fijó su residencia habitual en Galilea, y dentro de Galilea, en Cafarnaúrn, desde donde solía hacer un viaje a Jerusalén en las grandes fiestas judías, especialmente en la Pascua anual.

 

La primera vez que Jesús fue a Jerusalén, después de iniciada su vida pública, produjo mucho escándalo una extraña aventura suya: cuando entró en el templo, al que acudían todos los habitantes de Judea y en el que la adoración común se elevaba por encima de los mezquinos intereses de la vida y se aproximaba a la divinidad, encontró allí a una multitud de mercaderes que especulaban con la religiosidad de los judíos, comerciando con las mercancías que éstos precisaban para sus sacrificios y haciendo negocio con ocasión de la afluencia de gente procedente de todas las regiones de Judea en la época de las fiestas; Jesús, lleno de indignación contra ese espíritu mercantil, expulsó a los mercaderes del templo.

 

 

 

Para descargar el libro completo:

 

 

http:berrocalvivanco.jimdo.com/.../Hegel+Georg+-+Historia+De+Jesus.pdf?


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