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lunes, 7 de abril de 2014

El cristianismo para Hegel. Filosofía

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

La representación de Jesucristo en el joven Hegel

Por Miguel Ángel Navarro Crego

 

 

 

Las primeras improntas morales y religiosas de Hegel

 

Cuando Hegel sigue los estudios de Teología en Tubinga de 1788 a 1793 hay referencias culturales que influyen en él y de las que hay que dejar constancia. Así las primeras obras de Goethe (el drama Götz von Berlichingen y Las desventuras del joven Werther) y la obra de Lessing Natán el sabio, y también el hecho de que la Ilustración alemana se viviese de forma vicaria por respecto a la francesa, con un cierto aire cristiano con connotaciones masónicas y que partiese de asumir que la reconstrucción de Alemania sólo podía hacerla ella misma (nacionalismo funcionarial provinciano).

 

Otro elemento de gran importancia es la idealización del mundo griego clásico que se deseaba implantar como modelo a seguir. Esta constante será un ingrediente cultural de toda la obra de Hegel, pero que se percibirá de forma muy clara en su evolución hasta el periodo de Jena (Fenomenología del espíritu, 1807).

 

La citada obra de Lessing, cuyo mensaje básico es que todas las religiones tienen algo de verdad pero que ésta es de índole moral (ascendencia masónica), influye de forma decisiva en Hegel, pues en éste aparece esta tópica en relación al tema de la «religión popular».

 

Hegel, heredero del volterianismo (a través de Lessing y Garve), pensaba que había que hacer un discurso demoledor de la religión para las capas altas de la sociedad y para el pueblo llano un constructo racional, donde bajo los ropajes de la religiosidad se divulgasen ideas ilustradas como las del Dios único de Voltaire.

 

Se trata de elaborar una religión con la idea de Razón homologada a la idea de Dios único y como es evidente ese ideal de la diosa Razón se buscaba y se encontraba ejercitado en el mundo griego.

 

En el Stift redactó los llamados Fragmentos de Tubinga, destacando su escrito Religión del pueblo y cristianismo (1792). Se trata de un conjunto de alegatos en favor del mundo griego frente a la religión cristiana, que es una religión de hombres esclavos y desdichados. Para nuestro autor los tiempos modernos han alcanzado el nivel de desarrollo que poseían los griegos pero les falta la perfección moral de estos. La clave interpretativa que Hegel utilizará al comparar a Sócrates con Jesús será la misma. En esta época Hegel mezcla a griegos y romanos y su ideal glorificador está muy exagerado. No es de extrañar que él y sus dos amigos planten el árbol de la libertad como reflejo del ideario rousseauniano y revolucionario que compartían.

 

En Berna al acabar sus estudios pasa a ser preceptor de 1793-1796 y en el contexto de su correspondencia con Schelling (con el que comparte la idea —todavía no muy bien perfilada— de lo que llaman «El pueblo de Dios») escribe en 1795 la Historia de Jesús, obra marcada por sus recientes lecturas de Kant (Critica de la razón práctica y La religión dentro de los límites de la mera razón).

 

Para Hegel el único tribunal válido para analizar una religión es la razón, pues sólo a través de ésta podemos extraer el núcleo racional de aquélla, que es su moralidad, frente a la mera positividad (exterioridad categórico-hipotética para decirlo con Kant) de las celebraciones y ceremoniales que se nos imponen.

 

Dilthey creía que Hegel era ya kantiano desde la etapa de Tubinga, pero sólo en Berna podemos hablar de influencias kantianas. La Historia de Jesús es una lectura refundida de los evangelios desde el prisma kantiano, que supera las meras comparaciones simplistas de la época de Tubinga.

 

Esta obra corre casi paralela en su elaboración a otra que la complementa y que se titula La positividad de la religión cristiana, que comentaremos más adelante. En las dos, con temática en parte distinta (pues la primera es prácticamente un conjunto de comentarios), percibimos con claridad que Hegel ha asimilado los dos postulados básicos de la Ética kantiana, a saber: la universalidad de las normas morales y la perfecta autonomía del sujeto. En estas dos obras se superpone la crítica kantiana a todo lo que de Imperativo Hipotético hay en la religiosidad, a todo lo que Hegel denomina «positividad», con el ideal de crear una religión popular a partir de los moldes griegos idealizados.

 

En la Historia de Jesús nos presenta a un Cristo que es un reformador moral, que se enfrenta contra un pueblo de «cabeza de piedra» para inculcarle la racionalidad. Jesucristo quiere sólo por la ley de su corazón, de su moralidad. En todas las parábolas de Jesús que Hegel expone brilla el Imperativo Categórico, la obediencia obligatoria a le ley moral subjetiva, resaltando la crítica a las prácticas religiosas exteriores y severas. Para Jesucristo lo auténtico, lo importante, es la rectitud. Por eso critica la autoridad de los fariseos que se ampara en las meras prácticas de la Ley de Moisés, y frente a ella la moralidad es la carta veraz que nos da ciudadanía en el «reino de Dios».

 

Los fariseos no cumplen con la «interioridad» de los mandamientos, sólo se preocupan de efectuar la «exterioridad» ritual de sus preceptos. Por todo ello los judíos no encuentran en Jesús un Mesías que les libre de la tiranía romana, sino un reformador moral que les reprocha su comportamiento.

 

Jesús se propone sólo atenerse a la voz de su corazón y su conciencia, y según estas intenciones para servir a Dios no es necesario templo alguno, puesto que el «Reino de Dios» viene a equivaler a la razón y las leyes, que brotan de cada uno y que generan el auténtico «Reino del bien».

 

Según Hegel —frente al legalismo— Jesucristo opone la condescendencia. Su crítica al deber del formalismo y al formalismo como deber es reiterativa y Hegel llega a poner en boca da Abraham las condiciones de posibilidad del Imperativo Categórico, pues afirma que la ley le está dada al hombre en su razón.

 

Para nuestro aprendiz de filósofo Jesús reconoce que los judíos, con tener una altura moral más elevada que la de otros pueblos, no la han puesto en práctica y eso les hace ser peores.

 

Jesús no manda, sólo le pide a su pueblo —dice Hegel— que tenga fe en la santa ley de la razón.

 

 

 

Fuente:

 

http://www.nodulo.org/ec/2008/n072p15.htm


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