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martes, 11 de febrero de 2014

Amor y matrimonio en Hegel

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

Amor y matrimonio en Hegel

 

 

 

Con Hegel vuelve la cordura y la sensibilidad para con el amor conyugal. Para empezar, la “familia” es (antes que un contrato sexual o económico o ambas cosas indistinguiblemente) una unidad amorosa:

 

“En cuanto sustancialidad inmediata del espíritu, la familia se determina por su unidad sentida, el amor”.

 

Y agrega:

 

“Amor significa conciencia de mi unidad con otro…”

 

Por supuesto, el amor no es el mejor de los estados de conciencia, porque es en parte “irracional” y sentimental; por tanto, tampoco la familia es la última y más espiritual forma de relación humana, y solo alcanza la solución de sus contradicciones en el Estado (lo que no quiere decir —contra lo que, parece, quería Platón, y contra lo que dijeron luego los ideólogos comunistas, como Marx y Engels— que el Estado deba acabar con la familia, sino englobarla superando sus contradicciones):

 

“Pero el amor es sentimiento, es decir, la eticidad en la forma de lo natural. En el Estado no existe ya esa forma, pues en él se es consciente de la unidad en la ley: su contenido debe ser racional y yo debo saberlo”.

 

El amor, dice Hegel, es una contradicción viva:

 

“El primer momento en el amor es que no quiero ser una persona independiente para mí y que si lo fuera me sentiría carente e incompleto. El segundo momento consiste en que me conquisto a mí mismo en la otra persona y valgo en ella, lo cual le ocurre a esta a su vez en mí. El amor es por la tanto una enorme contradicción que el entendimiento no puede resolver, pues no hay nada más inconsistente que esa puntualidad de la autoconciencia que se niega y que sin embargo debo tener afirmativamente. El amor es al mismo tiempo la producción y la solución de la contradicción; en cuanto solución es la concordia ética”.

 

El amor es esta paradoja (que no se soluciona, como demuestra el Lisis de Platón, ni con la idea de complementación de contrarios, ni con la de afinidad de iguales), pero es también su propia “solución”, al menos momentánea: un círculo virtuoso de auto validación (que, sin embargo, siempre está amenazado por el hastío si no consigue alimento espiritual externo).

 

Pero, desde luego, el amor del que estamos hablando no es un amor incualificado, sino que es un amor íntimamente sexual, además de sexualmente íntimo. No obstante, el matrimonio o vida conyugal logra sublimar y dar todo su sentido, dentro de la vida humana, a esa sexualidad:

 

“En cuanto relación ética inmediata el matrimonio contiene, en primer lugar, el momento de la vida natural y, más concretamente, en cuanto relación sustancial, la vida en su totalidad como realidad de la especie y su proceso. Pero, en segundo lugar, la unidad solo interior o en sí de los sexos naturales, y precisamente por ello sólo exterior en su existencia, se transforma en autoconciencia en una unidad espiritual, en amor autonconsciente”.

 

Lo mejor de un romanticismo racionalizado. Hegel rechaza, como primitivas, las concepciones “naturalistas”, que ven al matrimonio como algo puramente físico. Y especialmente sobre Kant, dice:

 

“Igualmente primario es considerarlo meramente como un contrato civil, representación que aparece incluso en Kant (…) con lo que se rebaja el matrimonio a la forma de un uso recíproco de acuerdo con un contrato”.

 

El “amor consciente de sí”, se materializa en la institución del matrimonio, donde se elimina todo lo pasajero:

 

“El matrimonio debe determinarse, por lo tanto, de modo más exacto como el amor jurídico ético, en el cual desaparece lo pasajero, caprichoso y meramente subjetivo del mismo”.

 

El amor tiende a la perpetuidad, y un amor eventual es un fracaso. No obstante, Hegel se muestra sensible a la posibilidad de la disolución del matrimonio, pero piensa que el Estado debe dificultar eso lo más posible.

 

 

 

 Fuente:

 

http://biendeverdad.blogspot.mx/2012/07/amor-y-matrimonio-en-hegel-en-defensa_21.html


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