Los quiero mucho.......... besotes........... los extraño
Romana Paonessa Faragò
From: olgabspinelli@hotmail.com
Subject: FW: Rv: con mucho dolor digo -
Date: Tue, 26 Feb 2013 14:54:27 -0300
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Los quiero mucho.......... besotes........... los extraño
Romana Paonessa Faragò
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Los quiero mucho.......... besotes........... los extraño
Romana Paonessa Faragò
Los quiero mucho.......... besotes........... los extraño
Romana Paonessa Faragò
CUANDO LO RECIBAS REZÁ UN AVEMARIA Y REENVIALA A UNO O A TODOS LOS QUE QUIERAS!
Acaba de empezar el rezo de un millón de Avemarías pidiendo por la Argentina.
Vos rezas una y le pasás a otros para que sigan rezando. Rezá y pasalo!
"Dios te salve María llena eres de gracia, el Señor es contigo bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros, los
Pecadores , ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén."
Los quiero mucho.......... besotes........... los extraño
Romana Paonessa Faragò
Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.
Modest Musorgsky
Modest Petróvich Músorgski (en ruso: Модест Петрович Мусоргский) (Karevo, Pskov, 21 de marzo de 1839 — 28 de marzo de 1881) fue un compositor ruso, integrante del grupo de Los Cinco, el más personal y vigoroso de ellos. Entre sus obras destacan la ópera Borís Godunov y el poema sinfónico Una noche en el Monte Pelado.
Modest Musorgski nació el 21 de marzo de 1839 (9 de marzo, según el calendario juliano), en la aldea rusa de Karevo (Pskov, al norte de Rusia), en una región campesina donde vivió sus primeros diez años. Ya mayor, volvía con frecuencia y permanecía largas temporadas, saturándose la sensibilidad y el humor de la gente de su pueblo, para evocarlas después en la música que componía.
De salud quebrantada y una vida de estrechez, a su carácter nervioso se unía una extrema sensibilidad que le permitía captar una visión exacta y consciente del pueblo. A partir de los veinte años su espíritu le cantó a los inocentes, a los pobres y a los desamparados. A diferencia de algunas composiciones de escasa trascendencia que escribió en su juventud, en su etapa de máxima creatividad se dedicó plenamente a concebir a través de su arte una imagen fiel de la vida, con predominio de la verdad sobre la belleza.
A los 27 años de edad, la hermana de Borodín describió a Musorgski como «un brillante oficial en el regimiento de Preobrazhensky», actividad que alternaba con la música, y aunque eran frecuentes las acometidas del padecimiento nervioso que lo aquejó casi toda su existencia, el amor por la música lo impulsaba a sobreponerse con renovado entusiasmo.
Modest Musorgski, si bien no alcanzó todo su potencial, poseía un prometedor talento musical, que le convirtió en uno de los más prominentes compositores rusos. Su originalidad, energía e ímpetu no lo hicieron invulnerable a los vicios, dejando inacabados algunos encargos y acortando prematuramente su vida.
Musorgski cayó en una profunda depresión tras el fallecimiento de su madre.
El pintor ruso Ilyá Repin realizó un retrato de Músorgski pocos días antes del deceso de éste, que en contraste evidente con la descripción anterior, lo muestra avejentado y deshecho por el alcohol, con los cabellos en desorden y en bata de enfermo, aunque con una mirada sumamente expresiva y dulce. Murió el 28 de marzo de 1881, pocos días después de cumplir 42 años.
Fuente: Wikipedia.
Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.
Los hermanos Karamazov
F. Dostoievsky
Primera parte.
Libro primero.
Historia de una familia. Capítulo primero.
Fiodor Pavlovitch Karamazov
Alexei Fiodorovitch Karamazov era el tercer hijo de un terrateniente de nuestro distrito llamado Fiodor (Teodoro.) Pavlovitch, cuya trágica muerte, ocurrida trece años atrás, había producido sensación entonces y todavía se recordaba. Ya hablaré de este suceso más adelante. Ahora me limitaré a decir unas palabras sobre el «hacendado», como todo el mundo le llamaba, a pesar de que casi nunca había habitado en su hacienda.
Fiodor Pavlovitch era uno de esos hombres corrompidos que, al mismo tiempo, son unos ineptos —tipo extraño, pero bastante frecuente— y que lo único que saben es defender sus intereses. Este pequeño propietario empezó con casi nada y pronto adquirió fama de gorrista. Pero a su muerte poseía unos cien mil rublos de plata. Esto no le había impedido ser durante su vida uno de los hombres más extravagantes de nuestro distrito. Digo extravagante y no imbécil, porque esta clase de individuos suelen ser inteligentes y astutos. La suya es una ineptitud específica, nacional.
Se casó dos veces y tuvo tres hijos; el mayor, Dmitri, del primer matrimonio, y los otros dos, Iván y Alexei, del segundo. Su primera esposa pertenecía a una familia noble, los Miusov, acaudalados propietarios del mismo distrito. ¿Cómo aquella joven dotada, y además bonita, despierta, de espíritu refinado —ese tipo que tanto abunda entre nuestras contemporáneas—, había podido casarse con semejante «calavera», como llamaban a mi desgraciado personaje? No creo necesario extenderme en largas explicaciones sobre este punto.
Conocí a una joven de la penúltima generación romántica que, después de sentir durante varios años un amor misterioso por un caballero con el que podía casarse sin impedimento alguno, se creó ella misma una serie de obstáculos insuperables para esta unión. Una noche tempestuosa se arrojó desde lo alto de un acantilado a un río rápido y profundo. Así pereció, víctima de su imaginación, tan sólo por parecerse a la Ofelia de Shakespeare. Si aquel acantilado por el que sentía un cariño especial hubiera sido menos pintoresco, o una simple, baja y prosaica orilla, sin duda aquella desgraciada no se habría suicidado. El hecho es verídico, y seguramente en las dos o tres últimas generaciones rusas se han producido muchos casos semejantes.
La resolución de Adelaida Miusov fue también, sin duda, consecuencia de influencias ajenas, la exasperación de un alma cautiva. Tal vez su deseo fue emanciparse, protestar contra los convencionalismos sociales y el despotismo de su familia. Su generosa imaginación le presentó momentáneamente a Fiodor Pavlovitch, a pesar de su reputación de gorrista, como uno de los elementos más audaces y maliciosos de aquella época que evolucionaba en sentido favorable, cuando no era otra cosa que un bufón de mala fe. Lo más incitante de la aventura fue un rapto que encantó a Adelaida Ivanovna.
Fiodor Pavlovitch, debido a su situación, estaba especialmente dispuesto a realizar tales golpes de mano: quería abrirse camino a toda costa y le pareció una, excelente oportunidad introducirse en una buena familia y embolsarse una bonita dote. En cuanto al amor, no existía por ninguna de las dos partes, a pesar de la belleza de la joven. Este episodio fue seguramente un caso único en la vida de Fiodor Pavlovitch, que tenía verdadera debilidad por el bello sexo y estaba siempre dispuesto a quedar prendido de unas faldas con tal que le gustasen. Pero la raptada no ejercía sobre él ninguna atracción de tipo sensual.
Adelaida Ivanovna advirtió muy pronto que su marido sólo le inspiraba desprecio. En estas circunstancias, las desavenencias conyugales no se hicieron esperar. A pesar de que la familia de la fugitiva aceptó el hecho consumado y envió su dote a Adelaida Ivanovna, el hogar empezó a ser escenario de continuas riñas y de una vida desordenada. Se dice que la joven se mostró mucho más noble y digna que Fiodor Pavlovitch, el cual, como se supo más tarde, ocultó a su mujer el capital que poseía: veinticinco mil rublos, de los que ella no oyó nunca hablar. Además, estuvo mucho tiempo haciendo las necesarias gestiones para que su mujer le transmitiera en buena y debida forma un caserío y una hermosa casa que formaban parte de su dote. Lo consiguió porque sus peticiones insistentes y desvergonzadas enojaban de tal modo a su mujer, que ésta acabó cediendo por cansancio. Por fortuna, la familia intervino y puso freno a la rapacidad de Fiodor Pavlovitch.
Se sabe que los esposos llegaban frecuentemente a las manos, pero se dice que no era Fiodor Pavlovitch el que daba los golpes, sino Adelaida Ivanovna, mujer morena, arrebatada, valerosa, irascible y dotada de un asombroso vigor. Ésta acabó por huir con un estudiante que se caía de miseria, dejando en brazos de su marido un niño de tres años: Mitia . El esposo se apresuró a convertir su casa en un harén y a organizar toda clase de francachelas. Además, recorrió la provincia, lamentándose ante el primero que encontraba de la huida de Adelaida Ivanovna, a lo que añadía una serie de detalles sorprendentes sobre su vida conyugal. Se diría que gozaba representando ante todo el mundo el ridículo papel de marido engañado y pintando su infortunio con vivos colores. «Tan contento está usted a pesar de su desgracia, Fiodor Pavlovitch, que parece un hombre que acaba de ascender en su carrera», le decían los bromistas. No pocos afirmaban que se sentía feliz al mostrarse en su nuevo papel de bufón y que para hacer reír más fingía no darse cuenta de su cómica situación. ¡Quién sabe si procedía así por ingenuidad!
Al fin logró dar con la pista de la fugitiva. La infeliz se hallaba en Petersburgo, donde había terminado de emanciparse. Fiodor Pavlovitch empezó a prepararse para partir. ¿Con qué propósito? Ni él mismo lo sabía. Tal vez estaba verdaderamente decidido a trasladarse a Petersburgo, pero, una vez adoptada esta resolución, consideró que tenía derecho, a fin de tomar ánimos, a emborracharse en toda regla. Entre tanto, la familia de su mujer se enteró de que la desgraciada había muerto en un tugurio, según unos, a consecuencia de unas fiebres tifoideas; según otros, de hambre. Fiodor Pavlovitch estaba ebrio cuando le dieron la noticia de la muerte de su esposa, y cuentan que echó a correr por las calles, levantando los brazos al cielo y gritando alborozado: «Ahora, Señor, ya no retienes a tu siervo». Otros aseguran que lloraba como un niño, hasta el punto de que daba pena verle, a pesar de la aversión que inspiraba. Es muy posible que ambas versiones se ajustasen a la verdad, es decir, que se alegrase de su liberación y que llorara a su liberadora. Las personas, incluso las peores, suelen ser más cándidas, más simples, de lo que suponemos..., sin excluirnos a nosotros.
Fuente: http://www.choapa.org/karamazov.pdf
Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.
El lago de los cisnes
P. I. Tchaikovsky
https://www.youtube.com/watch?v=gP132E-xABg
El lago de los cisnes op. 20 (en ruso: Лебединое Озеро, Lebedínoye óziero) es el primero de los tres ballets que escribió el compositor ruso Piotr Ilich Chaikovsky (1840-1893).
Originalmente encargado al maestro por el Teatro Bolshói, este ballet es uno de los más conocidos. Su primera presentación tuvo lugar en el Teatro Bolshói de Moscú con la coreografía de Julius Reisinger el 4 de marzo de 1877. Paradójicamente, no fue muy aceptado en su momento. Sin embargo, el 15 de enero de 1895, con la nueva coreografía de Marius Petipa y de Lev Ivánov, esta obra logró un gran éxito en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo. Marius Petipa se encargó del primer y tercer acto (actos en el castillo) y Lev Ivánov del segundo y cuarto acto (actos del lago).
Primer acto. En uno de los jardines de su castillo, el príncipe Sigfrido celebra, junto con sus amigos, su cumpleaños. La reina, madre de Sigfrido, llega a la fiesta para recordarle a su hijo que debería escoger una esposa y que, con ese propósito, le ha preparado una fiesta al día siguiente. En la fiesta estarán invitadas jóvenes muchachas y el príncipe deberá elegir a una de ellas. Esto causa una gran melancolía en Sigfrido. Sus amigos deciden invitarlo a ir de caza
Segundo acto. En el bosque, cerca del lago, comienzan a salir de las aguas unos cisnes que se van convirtiendo en hermosas jóvenes. Sigfrido llega al lago y apunta con su ballesta hacia las jóvenes-cisnes cuando aparece la joven reina, Odette. Ella le cuenta que fue transformada en cisne junto con sus compañeras por el malvado mago Rothbart, que vuelven a su forma humana solamente en la noche y que el hechizo solo puede romperlo quien le jure amor eterno. Los jóvenes se enamoran rápidamente. Cuando Sigfrido va a jurarle amor eterno a Odette aparece Rothbart, quien hace que las jóvenes vuelvan a convertirse en cisnes, para evitar que el príncipe rompa el hechizo. Odette se aleja convertida en cisne.
Tercer acto. Se celebra la fiesta en el castillo donde Sigfrido deberá elegir esposa. Entra la reina madre junto a Sigfrido y el maestro de ceremonias da comienzo al festejo. Se presentan las jóvenes casaderas y la reina le pide a Sigfrido que elija esposa. Él piensa en Odette, se niega a escoger esposa y su madre se enfada con él. En ese momento el maestro de ceremonias anuncia la llegada de un noble desconocido y su hija. Es el barón Rothbart que llega a la fiesta con su hija Odile. El príncipe, hechizado por el mago, cree ver a Odette en Odile (de ahí que muchas compañías de baile utilicen a la misma bailarina). Él la escoge como su esposa, la reina madre acepta y Sigfrido le jura a Odile amor eterno. Rothbart se descubre y muestra a Odette a lo lejos. Sigfrido se da cuenta de su terrible error y corre desesperado hacia el lago.
Cuarto acto. A las orillas del lago las jóvenes-cisnes esperan tristemente la llegada de Odette. Ella llega llorando desesperada, contándole a sus amigas los tristes acontecimientos de la fiesta en el castillo. Aparece Sigfrido y le implora su perdón. Reaparece Rothbart reclamando el regreso de los cisnes. Sigfrido y Odette luchan contra él, pero todo es en vano, pues el maleficio no puede ser deshecho. Los dos enamorados se suicidan lanzándose al lago. Rothbart muere a consecuencia de ese sacrificio de amor y los otros cisnes son liberados del maleficio. Se ve aparecer sobre el lago los espíritus de Odette y Sigfrido ya juntos para siempre.
Fuente: Wikipedia.
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Los quiero mucho.......... besotes........... los extraño
Romana Paonessa Faragò
Los quiero mucho.......... besotes........... los extraño
Romana Paonessa Faragò
Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.
Antonio Carlos Jobim
Jobim ya estaba encaminado en principio a la carrera de arquitecto. Sin embargo, al cumplir los veinte años, la llamada de la música se hizo tan poderosa que empezó a tocar el piano en los nightclubs y a trabajar en estudios de grabación. Hizo su primera grabación en 1954, acompañando al cantante Bill Farr como líder de «Tom e a sua banda». Su primer gran éxito le llegó en 1956 cuando, junto con el poeta Vinicius de Moraes, elaboró parte de la música de una obra teatral llamada Orfeo da Conceição (más tarde convertida en película, Orfeo negro). En 1958, Jobim produce un disco, por su particular estilo bossa nova ('tendencia nueva' o new wave; del portugués bossa: 'aptitud, tendencia, vocación'), al guitarrista y cantante João Gilberto, grabando algunas de las canciones de Jobim con arreglos musicales del mismo, dando comienzo al género musical de la bossa nova, siendo Chega de saudade el éxito bossa nova por antonomasia.
Fuente: Wikipedia.
Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.
María
Jorge Isaacs
A los hermanos de Efraín
He aquí, caros amigos míos, la historia de la adolescencia de aquel a quien tanto amasteis y que ya no existe. Mucho tiempo os he hecho esperar estas páginas. Después de escritas me han parecido pálidas e indignas de ser ofrecidas como un testimonio de mi gratitud y de mi afecto. Vosotros no ignoráis las palabras que pronunció aquella noche terrible, al poner en mis manos el libro de sus recuerdos: «Lo que ahí falta tú lo sabes: podrás leer hasta lo que mis lágrimas han borrado». ¡Dulce y triste misión!
Leedlas, pues, y si suspendéis la lectura para llorar, ese llanto me probará que la he cumplido fielmente.
I
Era yo niño aún cuando me alejaron de la casa paterna para que diera principio a mis estudios en el colegio del doctor Lorenzo María Lleras, establecido en Bogotá hacía pocos años, y famoso en toda la República por aquel tiempo.
En la noche víspera de mi viaje, después de la velada, entró a mi cuarto una de mis hermanas, y sin decirme una sola palabra cariñosa, porque los sollozos le embargaban la voz, cortó de mi cabeza unos cabellos: cuando salió, habían rodado por mi cuello algunas lágrimas suyas.
Me dormí llorando y experimenté como un vago presentimiento de muchos pesares que debía sufrir después. Esos cabellos quitados a una cabeza infantil; aquella precaución del amor contra la muerte delante de tanta vida, hicieron que durante el sueño vagase mi alma por todos los sitios donde había pasado, sin comprenderlo, las horas más felices de mi existencia.
A la mañana siguiente mi padre desató de mi cabeza, humedecida por tantas lágrimas, los brazos de mi madre. Mis hermanas al decirme sus adioses las enjugaron con besos.
María esperó humildemente su turno, y balbuciendo su despedida, juntó su mejilla sonrosada a la mía, helada por la primera sensación de dolor. Pocos momentos después seguía yo a mi padre, que ocultaba el rostro a mis miradas.
Las pisadas de nuestros caballos en el sendero guijarroso ahogaban mis últimos sollozos. El rumor del Zabaletas, cuyas vegas quedaban a nuestra derecha, se aminoraba por instantes. Dábamos ya la vuelta a una de las colinas de la vereda, en las que solían divisarse desde la casa viajeros deseados; volví la vista hacia ella buscando uno de tantos seres queridos: María estaba bajo las enredaderas que adornaban las ventanas del aposento de mi madre.
II
Pasados seis años, los últimos días de un lujoso agosto me recibieron al regresar al nativo valle. Mi corazón rebosaba de amor patrio. Era ya la última jornada del viaje, y yo gozaba de la más perfumada mañana del verano. El cielo tenía un tinte azul pálido: hacia el oriente y sobre las crestas altísimas de las montañas, medio enlutadas aún, vagaban algunas nubecillas de oro, como las gasas del turbante de una bailarina esparcidas por un aliento amoroso. Hacia el sur flotaban las nieblas que durante la noche habían embozado los montes lejanos. Cruzaba planicies de verdes gramales, regadas por riachuelos cuyo paso me obstruían hermosas vacadas, que abandonaban sus sesteaderos para internarse en las lagunas o en sendas abovedadas por florecidos písamos e higuerones frondosos. Mis ojos se habían fijado con avidez en aquellos sitios medio ocultos al viajero por las copas de añosos guaduales; en aquellos cortijos donde había dejado gentes virtuosas y amigas. En tales momentos no habrían conmovido mi corazón las arias del piano de U... ¡Los perfumes que aspiraba eran tan gratos, comparados con el de los vestidos lujosos de ella, el canto de aquellas aves sin nombre tenía armonías tan dulces a mi corazón!
Estaba mudo ante tanta belleza, cuyo recuerdo había creído conservar en la memoria porque algunas de mis estrofas, admiradas por mis condiscípulos, tenían de ella pálidas tintas. Cuando en un salón de baile, inundado de luz, lleno de melodías voluptuosas, de aromas mil mezclados, de susurros de tantos ropajes de mujeres seductoras, encontramos aquella con quien hemos soñado a los dieciocho años y una mirada fugitiva suya quema nuestra frente, y su voz hace enmudecer por un instante toda otra voz para nosotros, y sus flores dejan tras sí esencias desconocidas; entonces caemos en una postración celestial: nuestra voz es impotente, nuestros oídos no escuchan ya la suya, nuestras miradas no pueden seguirla. Pero cuando, refrescada la mente, vuelve ella a la memoria horas después, nuestros labios murmuran en cantares su alabanza, y es esa mujer, es su acento, es su mirada, es su leve paso sobre las alfombras, lo que remeda aquel canto, que el mundo creerá ideal. Así el cielo, los horizontes, las pampas y las cumbres del Cauca hacen enmudecer a quien los contempla. Las grandes bellezas de la creación no pueden a un tiempo ser vistas y cantadas: es necesario que vuelvan al alma, empalidecidas por la memoria infiel.
Antes de ponerse el Sol, ya había yo visto blanquear sobre la sobre la falda de la montaña la casa de mis padres. Al acercarme a ella contaba con mirada ansiosa los grupos de sus sauces y naranjos, al través de los cuales vi cruzar poco después las luces que se repartían en las habitaciones.
Respiraba al fin aquel olor nunca olvidado del huerto que me vio formar. Las herraduras de mi caballo chispearon sobre el empedrado del patio. Oí un grito indefinible; era la voz de mi madre; al estrecharme ella en los brazos y acercarme a su pecho, una sombra me cubrió los ojos: era el supremo placer que conmovía a una naturaleza virgen.
Cuando traté de reconocer en las mujeres que veía, a las hermanas que dejé niñas, María estaba en pie junto a mí, y velaban sus ojos anchos párpados orlados de largas pestañas. Fue su rostro el que se cubrió del más notable rubor cuando al rodar mi brazo de sus hombros rozó con su talle; y sus ojos estaban humedecidos, aún al sonreír a mi primera expresión afectuosa, como los de un niño cuyo llanto ha acallado una caricia materna.
Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.
El mito de Eros y Psique (O los desencuentros del alma). Mito griego.
Por: Mónica Eugenia Pérez García
El mito nos cuenta que Psique era la hija menor del Rey de Anatolia.
Su inigualable belleza la mantenía aun soltera pues nadie se atrevía a pedir su mano de tan hermosa que era.
Los habitantes de su aldea, decidieron adorar la belleza de Psique y se olvidaron de Afrodita. La Diosa, celosa de ella, envió a su hijo Eros, dios del amor, a herir a Psique con una flecha vieja y oxidada, que haría que ella se enamorase del más horrible monstruo.
Eros al verla, se distrajo, hiriéndose a sí mismo con una de sus mágicas flechas y quedó enamorado al momento.
Su padre, preocupado por la soltería de su hija menor consultó al Oráculo de Delfos, quien le mandó que la llevara a una roca solitaria donde: "la desposará un ser ante el que tiembla el mismo Zeus".
Con todo el esplendor de una boda, Psique fue llevada a la roca y abandonada en ella. Al poco rato, una suave brisa la levantó y se la llevó, depositándola suavemente en un tranquilo campo donde se quedó dormida. Al despertar, se encontró en el más exquisito palacio que pudiera imaginar. Voces celestiales la exaltaban a pedir los mas deliciosos manjares, los más bellos vestidos y las más finas joyas, más no le respondían acerca de su marido, sólo le pedían paciencia hasta que cayera la noche.
Al reinar la oscuridad, apareció el esposo que cariñosamente se deslizó en la cama con Psique y siendo amable con ella logró que ella se enamorara también. La única condición que le impuso fue la de jamás intentar ver su rostro. Psique estaba conforme y era feliz.
Un día, sintió deseos de volver a ver a su amada familia y le fue concedido, mas se le advirtió que sus hermanas, envidiosas de su felicidad, tratarían de crear intrigas. Haciendo caso omiso de las advertencias de su esposo, Psique escuchó las insidias de sus hermanas que despertaron su curiosidad sobre el rostro del ser que dormía a su lado. Le entregaron una lámpara de aceite y un cuchillo con la orden de que esperara a que él durmiera para ver su rostro y entonces acuchillar al terrible monstruo que seguramente se ocultaba en las sombras debido a su fealdad.
Esa noche, Psique esperó a que el esposo durmiera y encendió la lámpara. Su sorpresa fue descomunal al descubrir el bello rostro del mismo Eros compartiendo su cama. Absorta en su contemplación, Psique derramó una gota de aceite hirviendo en el hombro del bello amante, que se despertó sobresaltado y con profunda decepción, se marchó de su lado, recordándole su advertencia. Todo desapareció, Psique se quedó sola, arrepentida de su curiosidad y profundamente enamorada.
Después de algún tiempo de vagar en soledad, Psique fue al templo de Afrodita y le pidió ayuda. La Diosa se la negó por romper el corazón de su hijo, pero ante las súplicas de la joven decidió ponerla a prueba. Le encargó tres tareas que cumplió con éxito. Al realizar la cuarta y última, Afrodita le pidió que bajara al Hades, reino de los muertos, a pedirle a la Diosa Perséfone que le diera esencia de la inmortalidad para ungirse con ella. Perséfone se la dio en una cajita de oro, advirtiéndole que no la abriera de ninguna manera. Una vez más motivada por la curiosidad, Psique abrió la cajita y quedó sumida en un profundo sueño.
Eros, conmovido por el amor incondicional y la valentía de su amada, la despertó de un flechazo, y, pidiendo permiso a Zeus para permanecer juntos en el Olimpo, le dio de comer Ambrosía, con lo que le otorgó la inmortalidad.
Fuente: http://www.sabersinfin.com/articulos-2/psicologia/1355-el-mito-de-eros-y-psique.html