Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.
Lise Meitner y los átomos rotos
Una gélida tarde de diciembre de 1938, en el despacho del laboratorio de Física del Instituto Nobel de Estocolmo, una mujer de ojos cansados y cierto aire de tristeza, miraba fijamente una hoja en blanco con la mente perdida entre seis décadas de recuerdos. La pluma se negaba a escribir, como si su dueña, Lise Meitner, doctora en ciencias físicas y conocedora como nadie de los misterios del átomo, quisiera hablar de otras cosas, de su propia vida. El destinatario de la carta era Otto Hahn, un científico brillante con quien había compartido 30 años de investigaciones en la lejana Alemania.
Su mente era un hervidero de recuerdos. Buscando días más felices, se veía a sí misma en Viena, de niña, observando fascinada las personas reunidas en su casa paterna. Legisladores —su padre era abogado—, escritores, ajedrecistas e intelectuales se daban cita allí con regularidad. Lise y sus hermanos compartían las reuniones, observando, escuchando y cuchicheando sobre todo lo que allí se hablaba. La música empapaba el ambiente, a veces Gusti (Auguste), su hermana mayor, tocaba el piano y otros la acompañaban. Gusti tocaba maravillosamente. Lise también amaba la música, pero su verdadera pasión eran las matemáticas y la física.
Que Lise fuera considerada ahora una gran científica parecía entonces un sueño imposible. A finales del siglo XIX, en las universidades austriacas no había mujeres. Las niñas sólo podían estudiar hasta los 14 años, después… nada. No existía la enseñanza reglada para ellas. Pero Lise se reveló contra la injusticia. Con la ayuda de un tutor, una fuerza de voluntad inquebrantable y su aguda inteligencia, logró sortear los obstáculos y aprobar con excelentes calificaciones la Matura, el examen de ingreso en la Universidad de Viena. Una vez allí, rodeada de hombres, escuchaba embelesada las magníficas clases de Ludwig Boltzmann, un ser humano excepcional con una visión única de un universo cimentado con átomos. Fascinada, la mente de la tímida e inocente Lise se fue forjando en los campos áridos de la física teórica. En 1905 se convirtió en la segunda mujer de la historia de la Universidad de Viena que lograba obtener el título de doctor ¡Cuánto han cambiado las cosas desde entonces!
Con qué facilidad se habla ahora de radiactividad, de átomos que emiten partículas, de átomos que cambian y se convierten en otros. Pero nada de eso estaba claro en 1906, cuando una oscura tarde de septiembre Lise se enteró de que su querido maestro, Boltzmann, se había suicidado. Conmocionada por la noticia, con los ojos inundados de lágrimas, tomó la determinación de continuar investigando en física, para mantener vivo el legado de aquel hombre excepcional. A partir de entonces se consagró al estudio de los misterios de la radiactividad, una propiedad de los átomos que Becquerel había descubierto 10 años antes.
Para seguir el relato:
http://cienciaes.com/biografias/2013/11/07/lise-meitner-y-los-atomos-rotos/
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