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domingo, 6 de septiembre de 2015

''Los pechos privilegiados'', Juan Ruiz de Alarcón. Comedia

 

Un saldo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

Los pechos privilegiados

Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza

 

 

 

Personajes que intervienen:

 

El REY don Alfonso de León, galán.

Don RODRIGO de Villagómez, galán.

El rey don SANCHO, galán.

Don RAMIRO, galán.

El CONDE Melendo, viejo grave.

Don BERMUDO, su hijo.

NUÑO, criado del Conde.

CUARESMA, gracioso.

Doña LEONOR, dama.

Doña ELVIRA, dama.

JIMENA, villana.

Un PAJE.

Don MENDO, cortesano.

Otro CORTESANO.

FORTÚN, criado del rey don Sancho.

Dos VILLANOS.

 

 

 

 

ACTO PRIMERO

 

 

Salen el CONDE y RODRIGO

 

 

RODRIGO: Famoso Melendo, conde

 de Galicia, no penséis

 que la pretensión que veis

 sólo al amor corresponde

 de mi adorada Leonor;

 que vuestra firme amistad

 tiene más autoridad

 en mi pecho que su amor.

 Por esto me resolví

 a lo que el alma desea,

 porque parentesco sea

 lo que amistad hasta aquí.

 

CONDE: Bien pienso, noble Rodrigo

de Villagómez, que estáis

 seguro de que gozáis

 el primer lugar conmigo

 de amistad; bien lo he mostrado

 con una y otra fineza,

 pues yo he sido de su alteza

 ayo, tutor y privado;

 y aunque el amor he entendido

 que os tiene su majestad,

 estimo vuestra amistad

 tanto, que no me han movido

 a que de él quiera apartaros

 los celos de su privanza;

 que ésta es la mayor probanza

 que de mi fe puedo daros;

 que es alta razón de estado,

 si bien no conforme a ley,

 no subir cerca del rey

 competidor el privado;

 porque la ambición inquieta

 es de tan vil calidad,

 que ni atiende a la amistad,

 ni el parentesco respeta.

 Mas aunque es tan verdadera

 mi amistad, no por amigo

 me obligáis; que por Rodrigo

 de Villagómez os diera

 también de Leonor la mano,

 alegre y desvanecido

 de lo que con tal marido

 gana mi hija, y yo gano.

 

RODRIGO: Las plantas, Melendo, os beso

 por la merced que me hacéis.

 

CONDE: Alzad, alzad; que ofendéis

 vuestra estimación con eso,

 pues ni el reino de León

 ni España toda averigua

 o calidad más antigua,

 o más ilustre blasón

 que vuestra prosapia ostenta;

 a quien, para eternizallos,

 dan fuerza tantos vasallos,

 y tantos lugares renta.

 

RODRIGO: Todo, gran Melendo, es poco

 para que alcanzar pretenda

de vuestra sangre una prenda,

 cuyo bien me vuelve loco.

 Y así, con vuestra licencia,

 al Rey la quiero pedir;

 que no basta a resistir

 al deseo la paciencia.

 

CONDE: Y yo llevar al instante

 la alegre nueva a Leonor,

 de que es mi amigo mayor

 su más verdadero amante.

 

Vase el CONDE

 

RODRIGO: En tanto bien, pensamiento,

 ¿qué resta que desear,

 sino sólo refrenar

 los impulsos del contento?

 Que, según del alma mía

 la capacidad excede,

 como la tristeza puede

 matar también la alegría.

 Al rey quiero hablar. Él viene.

 Su licencia y mi ventura

 la esperanza me asegura

 en el amor que me tiene.

 

Sale el REY

 

REY: ¡Rodrigo!

 

RODRIGO: ¡Señor!

 

REY: Agora

 a buscaros envïaba;

 que ya sin vos dilataba

 a muchos siglos un hora.

 

RODRIGO: ¿Cuándo pude merecer,

 señor, gozar tan crecido

 favor?

 

REY: A tiempo he venido

 en que el vuestro he menester.

 

RODRIGO: Hoy mi ventura de nuevo

 comenzaré a celebrar,

 si en algo empiezo a pagar

 lo mucho, señor, que os debo.

 

REY: En algo no; en todo, amigo,

 me dará por satisfecho.

 

RODRIGO: Acabe, pues, vuestro pecho

 de ser liberal conmigo.

 

REY: Yo estoy —por decirlo todo

 de una vez— enamorado;

 y es tan alto mi cuidado,

 que no puedo tener modo

 de remediar mi pasión

 si vos no sois el tercero,

 porque las prendas que quiero,

 prendas de Melendo son.

 

RODRIGO: (¡Ay de mí! Leonor será: Aparte

 ¿quién lo duda?)

 

REY: Vos, Rodrigo,

 sois tan familiar amigo

 del conde, que no podrá

 darme mayor confïanza

 otro que vos, ni tener

 ocasión de disponer

 los medios a mi esperanza,

 que oomo a su bien mayor,

 a los favores aspira

 de la hermosa doña Elvira.

 

RODRIGO: (Cobró la vida mi amor.) Aparte

 

REY: Éste es el bien que pretendo

 por vuestra mano alcanzar.

 

RODRIGO: ¿Teméis que os ha de negar

 la de su hija Melendo,

 si os queréis casar, señor?

 Declaraos con él; que es cierto

 que alcanzaréis por concierto

 lo que intentáis por amor.

 

REY: ¿En tan poco habéis creído

 que me estimo, que os pidiera,

 si ser su esposo quisiera,

 el favor que os he pedido?

 

RODRIGO: ¿Y en tan poca estimación

 os tengo yo, que debía

 presumir que en vos cabía

 injusta imaginación?

 ¿Y en tan poco me estimáis,

 o me estimo yo, que crea

 que para una cosa fea

 valeros de mi queráis?

 Y al fin, ¿tan poco entendéis

 que estimo al conde, que entienda

 que vuestra afición le ofenda,

 si ser su yerno podéis?

REY: A mí y al conde y a vos,

 Rodrigo, estimar es justo;

 mas ni tiene ley el gusto,

 ni razón el ciego dios.

 Y cuando Sancho Garcia,

 conde de Castilla, intenta

 --porque así la paz aumenta

 entre su gente y la mía--

 darme de doña Mayor,

 su hermosa hija, la mano,

 y el leonés y el castellano

 tuvieran por loco error,

 pudiendo, no efectuallo,

 ¿con qué disculpa o qué ley

 trocará su igual un rey

 por la hija de un vasallo?

 

RODRIGO: Pues si en eso correspondo

 a la razón vuestro pecho,

 ¿Por qué también no lo ha hecho

 para no ofender al conde?

 

REY: Porque lo primero fundo

 en buena razón de estado,

 y en estar enamorado,

 que es sinrazón, lo segundo.

 Esto habéis de hacer por mí,

 si es que mi vida estimáis,

 y si el lugar deseáis

 pagar que en el alma os di.

 

RODRIGO: Señor, mirad.

 

REY: Ciego estoy.

 No me aconsejéis, Rodrigo.

 Esto haced, si sois mi amigo.

 

RODRIGO: Alfonso, porque lo soy,

 os pongo de la verdad

 a los ojos el espejo;

 que se ve en el buen consejo

 la verdadera amistad.

 

REY: Yo me doy por advertido,

 y del consejo obligado;

 mas pues habiéndole dado,

 con quien sois habéis cumplido,

 determinándome yo

 a no tomarle. Rodrigo,

 debe ayudarme mi amigo

 a lo mismo que culpó.

 

RODRIGO: Nunca disculpa la ley

 de la amistad el error.

 

REY: ¿Discülpa queréis mayor

 que hacer el gusto del rey?

 

RODRIGO: Antes seré más culpado,

 y de eso mismo se arguye,

 porque del rey se atribuye

 siempre el error al privado.

 Y con razón; que es muy cierto

 que el divino natural

 que da la sangre real

 no puede hacer desacierto,

 si al genio bien inclinado

 de quien sólo bien se aguarda,

 hacen dos ángeles guarda

 y aconseja un buen privado.

 

REY: Líbreos Dios que la pasión

 del amor sujete al rey;

 que ni hay consejo ni ley,

 ni sangre ni inclinación;

 antes llega a enfurecer

 con tanta mayor violencia,

 cuanto mayor resistencia

 tuvo el amor que vencer.

 Y puesto que me venció,

 y he llegado a resolverme,

 os toca ya obedecerme,

 si aconsejarme os tocó.

 

 

 

Para descargar el libro completo:

 

http://www.medellindigital.gov.co/Mediateca/repositorio%20de%20recursos/Ruiz%20De%20Alarc%C3%B3n%20Y%20Mendoza,%20Juan/Ruiz_de_Alarco_n_y_Mendoza_Juan-Los%20pechos%20privilegiados.pdf

 


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La libertad no hace felices a los humanos..., simplemente los hace humanos.

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