Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.
El demonio de Laplace
A veces, para expresar una idea, los físicos han imaginado un ser con capacidades sobrehumanas pero no sobrenaturales, es decir, capacidades superiores a la de cualquier persona pero que no violan ninguna ley fundamental de la Naturaleza. A estos seres se les suele llamar demonios, a pesar de que no tienen ninguna mala intención.
El primer demonio de renombre es el demonio de Laplace. El físico y matemático francés Laplace fue una de las principales figuras en el desarrollo de la mecánica creada por Newton. Estaba convencido de que todos, absolutamente todos los fenómenos de la naturaleza, incluido el comportamiento humano, obedecían las leyes de Newton y podían explicarse y predecirse a partir de ellas.
Esta visión del mundo tenía una consecuencia inmediata: si uno conoce la velocidad y posición de las partículas de un sistema y es capaz de resolver las ecuaciones matemáticas de Newton, puede predecir con toda exactitud el comportamiento del sistema en cualquier tiempo futuro. Así ocurría, por ejemplo, con el movimiento de los planetas, lo que nos permite predecir los eclipses y cualquier otro fenómeno astronómico dentro del sistema solar.
En otras palabras, el mundo, si obedeciera las leyes de Newton, sería completamente determinista. Para expresar esta idea de forma más gráfica, Laplace imaginó un demonio, capaz de conocer la posición y velocidad de todas las partículas del Universo en un momento dado, y capaz también de resolver las ecuaciones de Newton del Universo. Un demonio con estas capacidades (sobrehumanas pero no sobrenaturales) conocería el devenir de todo lo que existe, conocería el más leve movimiento de cualquier cosa o persona que viviera en los próximos cien mil millones de años.
Da igual que un demonio así no exista. Lo importante es que puede existir. Y si puede existir y conocer lo que vamos a comer en nuestro próximo cumpleaños, esa comida está ya decidida, y nuestra sensación de que podemos elegir el menú el día antes e incluso cambiar de opinión en el último segundo, esa sensación es pura ilusión. Todo está escrito. Determinismo, fatalismo. Ésa es la moraleja del demonio de Laplace.
La ciencia moderna nos ha proporcionado dos salidas a semejante panorama. La primera es la Mecánica Cuántica, que admite la presencia del azar en la Naturaleza. La segunda es la teoría del caos, que demuestra que, aunque las ecuaciones de Newton determinen el futuro, es imposible resolverlas con precisión. Sin embargo, estas dos salidas no están aún muy claras. El papel del azar dentro de la Mecánica Cuántica es un problema no resuelto del todo y tampoco hay acuerdo que el caos suprima el determinismo que subyace en las ecuaciones de Newton.
Fuente:
http://seneca.fis.ucm.es/parr/QM/km0qm/laplace.htm
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