Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.
Sobre la brevedad de la Vida
Séneca
La humana locura
1. ¿Por qué nos quejamos de la naturaleza? Ella se porta benévolamente; la vida, si sabes usarla, es larga. Pero al uno una avaricia insaciable, al otro una actividad ajetreada los mantienen en tareas superfluas; el uno se empapa de vino, el otro languidece en la holganza; a éste le fatiga una ambición siempre pendiente del sentir ajeno, a aquél una codicia desatada lo lleva con su afán de lucro por todas las tierras y todos los mares; a algunos los atormenta la afición a la guerra y están siempre empeñados en los riesgos ajenos y angustiados por los propios; están los que por culpa de una frecuentación de sus superiores no correspondida se consumen en una servidumbre voluntaria;
2. a muchos los retiene el sentimiento de la suerte ajena o la queja de la propia; a los más, que no persiguen ningún fin claro y seguro, una frivolidad tornadiza, mudable y descontenta de sí misma les lleva a cambiar continuamente de propósito; a algunos no les agrada ninguna orientación que puedan dar a sus vidas y la hora fatal los encuentra mustios y dando bostezos, de manera que no cabe dudar de la verdad de aquello que, como un oráculo, dejó dicho el mayor de los poetas: «De la vida es escasa la parte que vivimos» . Porque todo el espacio restante no es vida, es mero tiempo.
3. Les acosan y asedian vicios por todas partes y no les dejan levantarse ni alzar los ojos a la contemplación de la verdad. Los empujan para hundirlos y sujetarlos en sus ansias, nunca se les permite recurrir a sí mismos. Si alguna vez acaso les toca en suerte algún descanso, como en mar profundo en el que incluso tras la ventolera sigue el balanceo, sobrenadan agitados y jamás para ellos hay descanso de sus ansias.
4. ¿Crees que estoy hablando de esos cuyos males son notorios? Mira aquellos otros a cuya prosperidad se arriman todos: se ven ahogados por sus bienes. ¡Para cuántos y cuántos las riquezas son pesadas! ¡A cuántos les cuesta sangre su facundia y el afán diario de exhibir su talento! ¡Cuántos están pálidos por sus voluptuosidades continuas! ¡A cuántos no les deja nada de libertad la masa de clientes que los rodea! Repasa en fin la nómina de todos ésos, de los más bajos a los más altos: uno pide asesoramiento y otro lo presta, aquél es sospechoso y el de más allá defiende, aquél hace justicia pero ninguno se reivindica a sí mismo, cada cual se consume para otro. Pregunta acerca de esos cuyos nombres se aprenden de memoria, verás que se les distinguen por las siguientes señas: éste es del círculo de aquél, este otro de las de un tercero, ninguno del suyo propio.
5. La indignación de algunos es completamente demencial además: ¡se quejan del desdén de los superiores, porque cuando quieren verse con ellos no tienen tiempo! ¿Se atreve a quejarse de la arrogancia de otro alguien que nunca tiene tiempo para sí mismo? No obstante aquél a ti, seas tú quien seas, te mira con expresión insolente, es verdad, pero te mira alguna vez, aquél rebaja sus oídos a tus palabras, aquél te deja ir a su lado: tú no te has dignado mirarte nunca, no te has dignado escucharte. Así que no tienes por qué imponer tales obligaciones a nadie, puesto que ciertamente, cuando obrabas así, no querías estar con otro, sino que no podías estar contigo mismo.
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