Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.
Existencia y autoridad en «La Sunamita», de Inés Arredondo
Mauricio Alonso Enríquez Zamora
En el presente ensayo hago un análisis del cuento «La Sunamita», de Inés Arredondo, para esclarecer la relación que mantiene la historia narrada con el concepto de autoridad, vista como una dimensión importante de la existencia humana. No pretendo dar aquí una exposición completa de este último concepto, para lo cual sería necesario considerar toda la obra de Arredondo en su conjunto. Sin embargo, creo que el análisis que se pueda lograr sobre su concepción de la autoridad aportará algo al esclarecimiento de una concepción general de la existencia.
La narración inicia con la expresión de un estado de ánimo de la protagonista, Luisa, que revela un cierto orgullo por su castidad:
«En el centro de la llama estaba yo […] las miradas de los hombres resbalaban por mi cuerpo sin mancharlo y mi altivo recato obligaba al saludo deferente. Estaba segura de tener el poder de domeñar las pasiones, de purificarlo todo en el aire encendido que me cercaba y no me consumía».
Luisa está en el centro del fuego, que simboliza las pasiones de origen sexual, el deseo sexual, pero no es alcanzada por ese fuego. Y no es alcanzada porque está presa. Se sabe en el centro del fuego porque es consciente de un deseo, pero cuyo objeto se oculta. Y este objeto oculto de su deseo la hace inaccesible a cualquier otra relación: la hace su esclava. Luisa desea un objeto desconocido, en quien imagina una afirmación de su ser; en cambio, desdeña los placeres que pudieran darle los individuos comunes, fenoménicos, que existen a su simple vista. A éstos últimos, quizás, les atribuye una represión de su libertad, puesto que no se da a ellos, sino que se muestra con un «altivo recato».
Éste pasaje constituye la primera de tres fases que forman la narración de esta historia. En ella se pone de manifiesto ya la tensión psicológica que desarrollará el personaje hasta el final: la lucha entre la esperanza de la felicidad o la alegría de la vida (de la libertad) y el temor a la muerte (o más bien, a la «muerte en vida»). En esta primera parte, tal lucha es a penas consciente, donde incluso Luisa confunde los términos, porque se somete a una autoridad de la que no se percata y rechaza una existencia más libre, con individuos de su misma condición.
Erich Fromm, en su libro Ética y psicoanálisis, define a la conciencia autoritaria como la interiorización, es decir, la representación mental, de las relaciones de autoridad que afectan al individuo en su existencia. Así, pues, «[…] autoridades tales como los padres, la Iglesia, el Estado o la opinión pública, son aceptadas consciente o inconscientemente como legisladores éticos y morales cuyas leyes y sanciones adopta […]». Esta conciencia, equiparable al superyó freudiano, es para Fromm tan sólo una etapa del desarrollo psicológico del individuo, cuya utilidad se aprecia de mejor manera en el niño o los jóvenes que deben adoptar ciertos modelos de conducta de las autoridades sociales, cuando éstas representan en sí valores adecuados para su vida. El problema surge cuando esta autoridad que se interioriza no acepta críticas y no ve por el interés de su subalterno, cuando éste, en fin, está condenado a ser siempre inferior, nunca igual a ese modelo que quiere seguir.
Para seguir leyendo este ensayo:
http://agorapoliticafilos.blogspot.mx/2010/02/existencia-y-autoridad-en-la-sunamita.html
La libertad no hace felices a los humanos..., simplemente los hace humanos.
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