Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.
Dios en la filosofía de Hegel
La diversidad de interpretaciones de los escritos de juventud de Hegel, con independencia del contenido de esas interpretaciones, lo que ponen de manifiesto es que la preocupación mayor en ellos manifiesta gira en torno al problema religioso y teológico.
Viene bien recordar a este respecto unas palabras de Nietzsche: ”Entre los alemanes se entiende enseguida si yo digo que la filosofía es heredada de la sangre de teólogos. El pastor protestante es el abuelo de la filosofía alemana, el protestantismo mismo es su pecado original… Basta sólo expresar el término ”Seminario de Tubinga” para entender lo que la filosofía alemana es en el fondo: una teología con trasfondo de astucia.” (Anticristo I,10).
En la obra Religión del pueblo y cristianismo, Hegel expresa su añoranza por la Grecia antigua donde la religión, según él, era la verdadera religión del pueblo, propia de los pueblos libres llena de sentimiento y fantasía que informaba toda la vida mientras que el cristianismo de la Ilustración racionalista predicaba la renuncia a toda felicidad en el mundo presente para alcanzarla sólo en un mundo transcendente, obra de un Dios transcendente.
En el escrito posterior, ”La vida de Jesús“, Hegel presenta a un Jesús despojado de todo poder sobrenatural, en ella no se hace mención de los milagros ni de nada que pueda hacer de Jesús algo trascendente. Hegel en esta etapa influenciado por la moral kantiana, presenta a un Jesús prototipo del hombre virtuoso que obra impulsado por el imperativo interior del deber, en continua oposición con la religión judía da en la obediencia de unos mandamientos venidos de fuera por revelación. Y así el Pedro de los evangelios, por ejemplo, le dice a Jesús:” Sabes que lo hemos dejado todo… para consagrarnos enteramente al servicio de la moralidad…“ Jesús le responde: ”Por todo lo que habéis abandonado, la conciencia de haber vivido únicamente por el deber constituye una compensación sobreabundante en esta vida y en la eternidad”.
En la obra La positividad de la religión cristiana, Hegel trata, como dice su título, de cómo el cristianismo se convirtió en una religión positiva, en una religión encorsetada en dogmas, cultos, rituales y preceptos eclesiásticos, cuando Jesús lo que hizo fue predicar la práctica de la virtud a la manera de Sócrates, no basada en principios exteriores sino en la virtud personal y libre; de esta forma el cristianismo en cuanto religión llegó a ser el dominador de la sociedad europea a través de sus dogmas, y normas de comportamiento.
Con ocasión de esta conversión aparece el tema de la alienación del hombre, alienación religiosa, moral y humana, pues un pueblo incapaz de construir la vida moral por sí mismo, necesita recurrir a otros para recibir de Dios la seguridad de la vida presente y futura. De esta forma el individuo abandona el derecho a decidir por sí mismo lo que es verdadero, justo y bueno, sometiendo toda su actuación en la vida, hasta, si es preciso, en contradicción con la razón.
En la obra El espíritu del cristianismo y su destino, volvió Hegel con insistencia al tema de la alienación.
La alienación es sinónima de esclavitud y sometimiento, contrapuesta a un estilo de vida en libertad. Esta alienación proviene de la aceptación de la idea de Dios del judaísmo, y después del cristianismo, que remarcan la trascendencia de Dios con relación al hombre. En el judaísmo, Dios es el creador poderoso que crea a los seres fuera de sí, de quien el hombre lo ha recibido todo sin que se establezca ninguna identidad y comunidad de vida. Hegel se indigna contra Abrahán, Moisés y su legislación que han acentuado la nada de los judíos ante Dios. De igual forma los cristianos deben mendigar, con miedo y temblor, la salvación viviendo completamente, arrodillados ante él como el siervo de la parábola del publicano y el fariseo.
En esta obra adopta también una actitud crítica frente a Kant, pues su moral del deber es una nueva forma de esclavitud, en la que se siente constreñido a obras siempre bajo el dictado de la razón, comprimiendo los impulsos de una naturaleza sana.
En la segunda parte del Espíritu del cristianismo y su destino, Hegel se encuentra bajo la influencia de Fichte y Schelling, y comienza a subrayar una idea que será desarrollada en la concepción definitiva y última de su sistema: la idea de la identidad entre el infinito y los finito que se funden en una misma realidad, idea que ahora quiere descubrir en su exégesis libre de la Sagrada Escritura.
Para Hegel el tema central de la filosofía es el infinito y su relación con lo finito. La relación entre lo infinito y lo finito no puede ser la de reconocer a lo finito una realidad puesta al lado de lo infinito como ocurre cuando se dice que lo finito ha sido causado por lo infinito, porque entonces se da a lo finito un valor propio o independiente. Una existencia propia. Y, en este caso, lo infinito no es un verdadero infinito, puesto que carece de la peculiar y propia realidad de lo finito.
El verdadero infinito es aquel que anula a lo finito y lo reconoce dentro de sí, haciendo así efectiva su infinitud, el infinito es pues la totalidad, el todo único e infinito. Lo infinito negando lo finito no deja subsistente más que lo infinito.
Esta noción del infinito es pronto llamado "el Absoluto", un Absoluto que es concebido como totalidad; la realidad del universo como un todo. Esta realidad que abarca todo lo real es también vida.
Pero si el Absoluto es la totalidad de lo real se está afirmando la teoría de Spinoza que afirma que el Absoluto es la sustancia infinita. A ello responde Hegel diciendo: ”En mi modo de ver, deberá justificarse mediante la exposición del sistema mismo de que lo verdadero no se exprese meramente como sustancia, sino también como sujeto” (Fenomenología del Espíritu, Prefacio, p. 15-16 ).
La afirmación de que el Absoluto debe pensarse como sujeto implica que el objeto del conocimiento es el mismo Absoluto que se piensa a sí mismo, el Absoluto es pensamiento que se piensa a sí mismo. Esto es igual que decir que el Absoluto es Espíritu.
”El que la sustancia, dice Hegel, es esencialmente sujeto se expresa en la representación que enuncia lo absoluto como espíritu, el concepto más elevado de todos y que pertenece a la época moderna y a su religión” (Fenomenología del Espíritu, Prefacio, p.19).
Hegel suele llamar también al Absoluto Dios. Pero el Dios de Hegel nada tiene que ver con el Dios del teísmo, dado que la consideración de Dios como un ser trascendente sería la destrucción de su sistema. “La vida íntima del espíritu, el pensamiento, el yo, o bien la totalidad concreta de los seres, que no es otra cosa que Dios “.
Ya en su obra El espíritu del cristianismo y su destino, tal como dijimos hablando del pensamiento del joven Hegel, había criticado hasta con furia, la concepción judeo-cristiana de un Dios transcendente, distinto y separado de la naturaleza. Al hablar ahora de Dios en su sistema, recalca la idea de la inmanencia del Absoluto o de Dios.
Dios o el Absoluto es la totalidad del ser que se expresa a sí mismo en dos momentos de su vida en la objetividad de la naturaleza y retorna a sí mismo en la conciencia humana como espíritu. Dios o el Absoluto, no es un sujeto o pensamiento ya constituido sino en proceso a través de las sucesiones fases del devenir.
Es este el momento de preguntarse si la idea que de Dios aparece en Hegel es sencillamente un puro panteísmo, más bien habría que calificarlo como pan-enteismo puesto que los seres comprendidos en la totalidad no pierden, incorporados a esa totalidad, su realidad, alcanzando, sin embargo, tal realidad, por el hecho de estar necesariamente en Dios o en el Absoluto.
Podría también preguntarse si el sistema hegeliano contiene en germen el ateísmo; algo hay de eso cuando la izquierda hegeliana fundamentó su ateísmo y la naturaleza de la religión en la doctrina de Hegel, puesto que de igual modo que el infinito de Hegel supuso necesariamente para constituirse la destrucción de lo finito, bien podría suprimirse el infinito real para afirmar sólo la realidad de lo finito, relegando a lo infinito a la pura idealidad.
El espíritu absoluto es designado finalmente como Idea porque el principio del espíritu, el fondo puro e idéntico de su ser, es el pensamiento. Esta parece ser la más propia y última calificación del Absoluto: ”Lo absoluto es la idea, tal es la definición absoluta; todos las definiciones anteriores vienen a concentrarse en esta”.
Por lo mismo, Hegel ha dividido su sistema en los tres momentos de la evolución de la idea:
1.- Lógica, o ciencia de la idea en sí y para sí.
2.- La filosofía de la naturaleza, o ciencia de la idea en su existencia fuera de sí.
3.- La filosofía del espíritu, o ciencia de la idea que deviene en sí y para sí.
Fuente:
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