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lunes, 15 de abril de 2013

''En la pradera'', P. Renoir. Pintura

Un saludo de su amigo Sören Garza (hombre), desde México.

 

 

 

 

En la pradera

Pierre Renoir (1841-1919)

 

 

Óleo sobre tela. Altura 32''. Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

 

 

La obra de Renoir puede ser dividida en cuatro periodos: el primero, en el que se preocupaba por los efectos brillantes y alegres de la luz y de la atmósfera, típicos del impresionismo; segundo, en el que estudió a los antiguos maestros y dejaron de satisfacerle los efectos transitorios del impresionismo, en este periodo sus formas son sólidas y cuidadosamente definidas; en el tercer periodo, trató de combinar los efectos movedizos del impresionismo y la solidez formal; finalmente, el cuarto periodo en el que la intensidad de su color y el carácter rotundo e inflado de sus formas son exageración de su propio estilo.

 

El cuadro resume su sentido de la dicha, el lienzo estalla en color, todo se enciende en una florida fertilidad: pasto, árboles, paisaje, mujeres, la luz y el aire, todo florece y respira en la perfección de un día de primavera. Renoir pinta con la convicción de que los más altos valores son también los más simples. Estos valores de materializan y concentran en la mujer como fuente de todo entusiasmo y vida en el mundo. Los hombres de Renoir, cuando aparecen, en todo caso son galanteadores, no con la fuerza agresiva del macho conquistador, sino como gentiles adoradores del principio femenino, de la mujer como símbolo básico universal.

 

 

Fuente: Preparatoria Abierta, SEP, 1973.

 

 

En primer plano aparecen dos jovencitas, cada una representa una personalidad propia. La joven de cabello negro tiene un vestido rojo intenso, es audaz, no está quieta, es más inquieta, es pasional, intenta "tocar" el movimiento del césped. La joven rubia está apegada más a las costumbres tradicionales, su postura es más acorde a los estereotipos de la feminidad de aquella época, su vestido es de un tono frío, sin apasionamiento, no es audaz sino tradicional, mira y toma las flores de una manera delicada, contemplativa. Ninguna de las dos jóvenes muestra su rostro, no es necesario porque lo importante es el modelo de personalidades a quienes representan. Ambas jóvenes están en el torbellino de la primavera, pero cada una reacciona de manera distinta; en el mismo tiempo y espacio la realidad es distinta en cada caso.  


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La libertad no hace felices a los humanos..., simplemente los hace humanos.

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