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lunes, 2 de julio de 2012

Décimas. Sor Juana Inés de la Cruz

Un saludo de su amigo Sören Garza, desde México.

 

 

 

Décimas, Sor Juana Inés de la Cruz

 

 

Dime vencedor Rapaz,                      

vencido de mi constancia,                 

¿qué ha sacado tu arrogancia           

de alterar mi firme paz?                  

Que aunque de vencer capaz            

es la punta de tu arpón,                           

el más duro corazón                         

¿qué importa el tiro violento,            

si a pesar del vencimiento                

queda viva la razón?                         

 

Tienes grande señorío;                     

pero tu jurisdicción                          

domina la inclinación,                       

mas no pasa el albedrío.                   

Y así librarme confío                       

de tu loco atrevimiento,                   

pues aunque rendida siento                      

y presa la libertad,                          

se rinde la voluntad                         

pero no el consentimiento.                

 

En dos partes dividida

tengo el alma en confusión:

una, esclava a la pasión,

y otra, a la razón medida.

Guerra civil, encendida,

aflige el pecho importuna:

quiere vencer cada una,

y entre fortunas tan varias,

morirán ambas contrarias

pero vencerá ninguna.

 

Cuando fuera, Amor, te vía,

no merecí de ti palma;

y hoy, que estás dentro del alma,

es resistir valentía.

Córrase, pues, tu porfía,

de los triunfos que te gano:      

pues cuando ocupas, tirano,

el alma, sin resistillo,

tienes vencido el Castillo

e invencible el Castellano.

 

Invicta razón alienta

armas contra tu vil saña,

y el pecho es corta campaña

a batalla tan sangrienta.

Y así, Amor, en vano intenta

tu esfuerzo loco ofenderme:

pues podré decir, al verme

expirar sin entregarme,

que conseguiste matarme

mas no pudiste vencerme.

 

Cuando fuera, Amor, te vía,

no merecí de ti palma;

y hoy, que estás dentro del alma,

es resistir valentía.

Córrase, pues, tu porfía,

de los triunfos que te gano:      

pues cuando ocupas, tirano,

el alma, sin resistillo,

tienes vencido el Castillo

e invencible el Castellano.

 

Invicta razón alienta

armas contra tu vil saña,

y el pecho es corta campaña

a batalla tan sangrienta.

Y así, Amor, en vano intenta

tu esfuerzo loco ofenderme:

pues podré decir, al verme

expirar sin entregarme,

que conseguiste matarme

mas no pudiste vencerme.



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La libertad no hace felices a los humanos..., simplemente los hace humanos.

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