Pages

martes, 3 de abril de 2012

Lazarillo de Tormes (fragmento)

Un saludo de su amigo Sören Garza, desde México.

 

 

 

Lazarillo de Tormes

 

 

Tratado Primero

Cuenta Lázaro su vida y cuyo hijo fue

 

 

Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes,  hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares,  aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por  la cual causa tomé el sobrenombre, y fue desta manera. Mi padre,  que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una  aceña, que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más  de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada  de mí, tomóle el parto y parióme allí: de manera que con verdad  puedo decir nacido en el río.

 

Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales  de los que allí a moler venían, por lo que fue preso, y confesó y no negó y padeció persecución de justicia. Espero en Dios que  está en la Gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados. En este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales fue mi padre, que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho, con cargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con su señor, como leal criado, feneció su vida.

 

Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos por ser uno dellos, y vínose a vivir a la ciudad, y alquiló una casilla, y metióse a guisar de comer a  ciertos estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena, de manera que fue frecuentando las  caballerizas.

 

Ella y un hombre moreno de aquellos que las bestias curaban, vinieron en conocimiento. Éste algunas veces se venía a nuestra casa, y se iba a la mañana. Otras veces de día llegaba a la puerta, en achaque de comprar huevos, y entrábase en casa. Yo al principio de su entrada, pesábame con él y habíale miedo, viendo el color y mal gesto que tenía; mas de que vi que con su  venida mejoraba el comer, fuile queriendo bien, porque siempre traía pan, pedazos de carne, y en el invierno leños, a que nos calentábamos.

 

De manera que, continuando con la posada y  conversación, mi madre vino a darme un negrito muy bonito, el cual  yo brincaba y ayudaba a calentar. Y acuérdome que, estando el  negro de mi padre trebejando con el mozuelo, como el niño via a mi  madre y a mí blancos, y a él no, huía de él con miedo para mi madre,  y señalando con el dedo decía: "!Madre, coco!". Respondio él riendo: "!Hideputa!". Yo, aunque bien muchacho, noté aquella palabra de mi hermanico, y dije entre mí: "!Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no  se ven a sí mismos!"

 

Quiso nuestra fortuna que la conversación del Zaide, que así se llamaba, llegó a oídos del mayordomo, y hecha pesquisa, hallóse que la mitad por medio de la cebada, que para las bestias le daban, hurtaba, y salvados, leña, almohazas, mandiles, y las  mantas y sábanas de los caballos hacía perdidas, y cuando otra cosa no tenía, las bestias desherraba, y con todo esto acudía a mi madre para criar a mi hermanico. No nos maravillemos de un clérigo ni fraile, porque el uno hurta de los pobres y el otro de casa para sus devotas y para ayuda de otro tanto, cuando a un pobre esclavo el amor le animaba a esto.

 

Y probósele cuanto digo y aún más. Porque a mí con amenazas me preguntaban, y como niño  respondía, y descubría cuanto sabía con miedo, hasta ciertas  herraduras que pormandado de mi madre a un herrero vendí.  Al  triste de mi padrastro azotaron y pringaron, y a mi madre pusieron  pena por justicia, sobre el acostumbrado centenario, que en casa  del sobredicho comendador ni entrase, ni al lastimado Zaide en la  suya acogiese.

 

Por no echar la soga tras el caldero, la triste se esforzó y cumplió la sentencia; y por evitar peligro y quitarse de malas lenguas, se fue a servir a los que al presente vivían en el mesón de la Solana. Y allí, padeciendo mil importunidades, se acabó de criar mi hermanico hasta que supo andar, y a mí hasta ser buen mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y candelas y por lo  demás que me mandaban.

 

En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yo sería para adestrarle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole como era hijo de un buen hombre, el cual por ensalzar la fe había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi  padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era  huérfano.

 

Él le respondió que así lo haría, y que me recibía no por mozo sino por hijo. Y así le comencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejo amo.



--
La libertad no hace felices a los humanos..., simplemente los hace humanos.

--
Has recibido este mensaje porque estás suscrito al grupo "Francia" de Grupos de Google.
Para publicar una entrada en este grupo, envía un correo electrónico a francia@googlegroups.com.
Para anular tu suscripción a este grupo, envía un correo electrónico a francia+unsubscribe@googlegroups.com
Para tener acceso a más opciones, visita el grupo en http://groups.google.com/group/francia?hl=es.

0 comentarios:

Publicar un comentario